Hermanos, Jesús nos exige hoy dejarlo todo para seguirlo a él
| agosto 30 de 2020 | POR: Fray Juan Daniel Tovar Martínez, O.P. |
Quiero que reflexionemos en torno a tres palabras que, considero nos servirán para sumergirnos en este pasaje que nos propone la liturgia de este XXII del tiempo ordinario.
Llamado: el señor nos ha llamado desde lo que somos y lo que tenemos, con nuestras debilidades y fortalezas. Sin embargo, nos sucede que, al momento de responder sentimos miedo, incertidumbre, temor, y demás sentimientos que se generan cuando nos enfrentamos a lo desconocido. Pero el Señor, que va al frente nos dice, “NO TENGAÍS MIEDO” nos abre sus brazos y nos anima a arriesgarlo todo por él. Empero, nuestra actitud es parecida a la de Pedro, pesimista y sin pensarlo, respondemos a ese llamado, en la desconfianza, nos dejamos llevar por lo efímero y vano.
Seguimiento: en el momento en que decidimos arriesgarnos y seguir el llamado que Jesús nos ha hecho, con un “sí” pleno que, aunque con el miedo que es propio de nuestra naturaleza, pero llenos de confianza en Dios, nos abandonamos a Él, le entregamos nuestro ser, para caminar con Él. Sin embargo, Él nos coloca una condición “toma tu cruz y sígueme” tomar la cruz, es tomar lo que somos, es aceptar quienes somos y caminar con Él, despojándonos de todo aquello que nos hace alejarnos de su amor, aquello que nos hace tropezar y no contribuir con la construcción del reino de Dios. Él no nos pide, no nos exige perfección, nos pide que seamos nosotros mismos. Eso que somos, debemos ofrecerlo a Él, ponernos en sus manos y dejar que su voluntad nos vaya modelando.
Proceso: el seguimiento de Cristo es un peregrinar, es constante, que necesita de nuestra disposición y confianza. En ocasiones sentimos que no podemos más con el peso de nuestra cruz (porque Él no nos pide que carguemos con su cruz o con la cruz del prójimo, nos pide que carguemos con nuestra propia cruz) entonces, nos queremos rendir, pero no somos capaces de mirarlo a ÉL, sino que nos quedamos en nuestro propio pensamiento, nos encerramos en nosotros mismos o incluso nos aferramos a las cosas que el mundo nos ofrece.
Hoy el Señor nos corrige duramente, nos exhorta y nos dice: mientras que sigamos dejando a Dios por fuera de nuestra vida, de nuestras decisiones, de nuestros proyectos, de nuestra vocación, estaremos fuera del proyecto que Él tiene para cada uno de nosotros.
Dejémonos mirar por el Señor, dejemos que su Espíritu nos guíe, pongamos nuestra confianza en Él. Pidámosle a María, nuestra Madre, Reina y Señora, que nos enseñe a ser discípulos de su Hijo, que podamos vislumbrar en ella, aquella mujer que aceptó el llamado de Dios, tomó su propia cruz y le siguió, que caminó con Él y recibió el premio prometido. Que, con nuestras acciones, podamos dar testimonio de las maravillas que el Señor realiza en aquellos que lo dejan todo para seguirlo.
Al Señor que no deja de llamarnos e invitarnos a estar con ÉL, sea el honor, el poder y la gloria por los siglos sempiternos. Amén.
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