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María, Madre del Encuentro (8/9)

|  julio 07 de 2020  |  POR: Fray Cristian Mauricio LÓPEZ MARULANDA, O.P., del Convento de Santo Domingo, Bogotá. | 

Una de las situaciones más difíciles para muchos durante este tiempo de cuarentena es la de no tener la posibilidad de encontrarnos con las personas que nos son más apreciadas. Estamos tan acostumbrados al contacto físico que negarnos la posibilidad de sentir, de tocar, de acariciar, de abrazar, se nos vuelve compleja y sentimos que algo esencial hace falta a nuestra vida. Nos ha tocado acostumbrarnos a los encuentros virtuales, que aunque pueden resultar interesantes, carecen de algunas cosas. Esta realidad del ‘encuentro’ que es tan esencial en la vida, lo es también en términos de fe. Dice el Papa Benedicto XVI en su encíclica Deus Caritas est: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Nos recuerda el Papa emérito, que la fe y la orientación de vida que esta suscita, surgen de una experiencia: el encuentro.

Desde el siglo pasado la categoría ‘encuentro’ se ha vuelto fundamental en el proceso de entender la revelación; nos ayuda a comprender a Dios como acontecimiento. Comprendida así, la revelación no es tanto la transmisión de unas verdades por parte de Dios o la entrega de algunos dones, sino más bien, un decirse personal y pleno, una entrega que inspira una respuesta. La realidad del encuentro es fascinante, suscita siempre algo nuevo en cada una de las personas partícipes del mismo. ¿Cómo sucede? Tenemos que decir que al tratarse de una experiencia personal es inevitable que sea tan variada como cada persona: el acercamiento a Cristo a partir de lo que leemos o escuchamos sobre Él; un camino hecho durante años en Iglesia que nos ayuda a vivir la fe; una experiencia de dolor o de júbilo.

Normalmente en un encuentro auténtico aparecen nuevas realidades, para mi vida como para la vida del otro. También, a partir del encuentro podemos descubrir a otras personas. Lo digo, porque el camino que han hecho muchos hombres y mujeres al encuentro con Cristo se ha visto mediado por María, la madre de Jesús. En el encuentro con Dios, ella aparece allí. Al encontrarnos con Cristo, descubrimos también la grandeza de esta mujer, que ha sido santuario del encuentro de Dios con la humanidad. Hay quienes incluso han hecho el camino hacia Jesús a través de María, como lo pregonan algunas comunidades católicas.

Rezarle a la Virgen, visitar un santuario mariano, hacer una promesa, son signos de esa búsqueda de Dios, de ese deseo de encuentro. Hay una expresión muy bonita utilizada en el Santuario de Chiquinquirá; “es la casa de todos los colombianos”. La casa de Nuestra Madre, es el lugar del encuentro, como lo son todas las casas maternas. María es “Madre del Encuentro”, porque en ella Dios se ha acercado a nosotros. Es “Madre del Encuentro”, porque ella misma ha hecho la experiencia de Jesús y se ha convertido en discípula. Es “Madre del Encuentro” porque es modelo para la Iglesia que ha de ser el lugar donde todos nos encontremos con Dios en Jesucristo.

Dios del amor y la misericordia que has querido salir al encuentro de la humanidad. Te damos gracias, porque en el vientre de María, Has tocado nuestra humanidad y te has hecho como nosotros. Permítenos caminar hacia tu encuentro; en Jesús, en María, en los hermanos. Que el santuario mariano de Chiquinquirá, sea un lugar para encontrarnos contigo y gozar tu ternura y tu bondad. Amén.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020