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Jesús, maestro, ten compasión de nosotros

|  octubre 09 de 2022  |

Estimados hermanos, las lecturas que la Iglesia propone para este domingo XXVIII del tiempo ordinario tienen un referente muy especial que es dado a partir de la gratitud, ésta que es posible evidenciarla en dos actitudes muy concretas pero que nos sirven para hacer un paralelo de la reflexión que se suscita en torno a la gratitud.

En la primera lectura nos encontramos con el sirio Naamán, un hombre que tiene lepra, al encontrarse enfermo es rechazado ante la sociedad, sin embargo, obedeciendo a la manifestación del profeta Eliseo queda curado, y finalmente termina siendo agradecido no solamente con Eliseo sino con el Dios que le ha salvado y del cual se reconoce necesitado. Por otro lado en el evangelio se presentan diez leprosos, estos al verse en la miseria recurren al encuentro con el Señor y le gritan “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”. Luego de esto Jesús les envía a presentarse ante los sacerdotes, y finalmente terminan siendo curados, pero de ellos solamente uno, un samaritano es capaz de devolverse y agradecer al Señor quien le ha curado.

Encontrarse entonces en torno a estos dos hombres plantea una realidad muy interesante: en primer lugar, el primer hombre, Naamán, es un hombre rico y hacendado seguramente es un general distinguido pero que enfermo de lepra se reconoce necesitado, mientras que el segundo hombre del Evangelio es un samaritano que sólo por su condición de extranjero ya es excluido de la sociedad y aparte es leproso lo que implica una doble deshonra o maldición para la época.

El extranjero es un hombre marginado, no tiene derechos, sin embargo es el único que agradece por haber sido curado; por otro lado, la actitud de aquellos hombres que se olvidan de agradecer al Señor no es un pecado mayor, ellos no se olvidan de dar gracias porque si, esto sucede  porque deben presentarse a los sacerdotes tal como lo ha dicho Jesús para ser reintegrados a la sociedad, sin embargo se han olvidado de lo esencial y han corrido tras una ley meramente humana. Sin embargo, estos nueve hombres no solamente se olvidan de dar gracias a Dios, sino que se han olvidado de que han compartido el mismo suplicio con el extranjero y seguramente aunque ellos ya han sido librados de la lepra, no se olvidarán de qué aquel sigue siendo un samaritano, esto es un hereje, un maldito, un extranjero.

Pero estos hombres que han tenido lepra, que han pasado por la maldición, son alejados de la comunidad por su enfermedad, sin embargo, Dios no está alejado de ellos, y por eso les escucha,  les cura, esto es, les devuelve la dignidad. Y esto de devolver la dignidad, nos permite reconocer que lo importante no es la curación física que han recibido todos los diez, pues dice Jesús “levántate, vete; tu fe te ha salvado”, entonces de allí surge que aquel samaritano siendo pobre recibió la misma posibilidad de ser salvado que los otros; sin embargo, sólo este por su fe reconoció la obra que Dios había hecho con él, al igual que Naamán. Éste hombre samaritano sabe que no fue curado por sus propios medios ni por sus méritos, recurre a la acción de Dios el cual reconoce su necesidad no solamente corporal y lo sana.

De igual manera, esto nos permite reconocer que Dios nos acoge a todos por igual aun cuando nosotros mismos manifestemos divisiones y sobre todo estratificaciones. Muchas veces se nos olvida reconocernos necesitados e inmerecedores de lo que Dios hace con cada uno de nosotros todos los días, y eso implica que no seamos muy agradecidos así celebremos la eucaristía, escuchemos la palabra y oremos constantemente pidiéndole y pidiéndole cosas.

Por tanto, qué bonita invitación la que nos hace hoy el evangelio, no solamente a sentirnos necesitados, lo que permite comprender el mismo mensaje del Evangelio; sino a reconocer que a pesar de que estos nueve hombres que no fueron agradecidos, Dios permaneció fiel, Dios sigue permaneciendo fiel en nuestra vida y en nuestra historia, manifestándose aun cuando no somos merecedores de su gracia.

Y finalmente, el Evangelio nos invita a ser misericordiosos con el leproso de nuestros días, aquel que seguramente nosotros mismos nos hemos encargado de marginar, aquel maldito que piensa diferente, aquel al que seguramente desde nuestro corazón ya le hemos negado la salvación, pero Dios, conociendo lo más profundo del corazón del hombre se manifiesta y salva aun cuando nosotros ya hemos condenado.


Fray Rodolfo Toro Gamba, O.P.

  • Cursa octavo semestre de la licenciatura en filosofía y letras de la Universidad Santo Tomás. Y tercer semestre de teología.

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