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Yendo todos de camino

|  julio 17 de 2022  |

“yendo todos de camino” es de esta manera como inicia el texto evangélico; esta referencia sobre el camino nos debe llevar a pensar en nuestro caminar como cristianos y religiosos, en nuestra marcha y en nuestro iniciar en el largo camino de la vida. Todos estamos en una misma situación, somos caminantes que vamos en búsqueda de un solo, único y mismo fin, nuestra felicidad y nuestra salvación. Este camino que iniciamos hace muchos o pocos años debe estar siempre bien marcado y claro en nuestra vida diaria como laicos y religiosos con la intención de no desviarnos de él.

En nuestro caminar cristiano, especialmente en el nuestro como dominicos hay dos pilares y líneas que por mucho tiempo han marcado y caracterizado a nuestra familia dominicana; dos columnas que han sostenido al cristianismo desde los inicios los cuales se encuentran muy bien reflejados en la liturgia que nos propone la Iglesia para este domingo, especialmente en la figura de Martha y María: el intimar con el Señor y el dar testimonio de esa experiencia de amor y de encuentro con nuestro Amado; en otras palabras, la vida activa y contemplativa, las cuales se deben convertir en las dos alas con las que podamos alcanzar y caminar hacia nuestra plena realización como verdaderos y auténticos dominicos.

Es necesario apreciados hermanos detenernos en estas dos formas de vida tan propias que tenemos y reflexionemos cuestionándonos sobre ello en nuestra vida particular, aplicando como regla la famosa y a veces un poco trillada y poco aplicada frase de nuestro hermano santo Tomás de Aquino “contemplari et allis tradere contemplata”

Primero, pensemos lo siguiente hermanos: ¿cómo se encuentra nuestra vida de contemplación como lo hacía María que estaba sentada a los pies de Jesús escuchando su palabra? ¿verdaderamente tenemos una vida de oración y contemplación como nos lo piden nuestra regla a imagen de nuestro padre Domingo? Y para ello queridos hermanos los invito a hacer este pequeño examen de conciencia: ¿dedico algún espacio de mis tiempos libres para orar o rezar aparte de los encuentros comunes? ¿medito y contemplo constantemente los misterios divinos? O más importante aún ¿con cuánto fervor vivo la santa misa contemplando a Cristo encarnado? ¿cuántas horas de las veinticuatro que trae un día la dedico a mi oración personal? Definitivamente hermanos me puedo atrever a decir que a pesar de que es la mejor parte de nuestra vida como cristianos, es la más descuidada y olvidada por nosotros. A veces caemos en un activismo descontrolado y dañino en donde nos olvidamos de Dios y de su acción en nuestra vida; ojalá que reconociendo nuestra falla podamos mejorar, así como María, que saquemos tiempo para sentarnos diariamente a escuchar la palabra de Dios que habla en el interior de nuestra vida y en medio de nuestras ocupaciones y trabajos diarios.

Ahora pensemos sobre la otra roca, base y fundamento de nuestro camino: el apostolado, preguntándonos si nuestra vida activa y de predicación está dando frutos o tiene un buen propósito de la misma manera como Martha quien estaba atareada en sus muchos quehaceres. Siguiendo el texto del eclesiástico, queridos hermanos, nuestra predicación y vida activa hace que nosotros nos convirtamos en soles, ahora preguntémonos qué tipo de soles estamos siendo en nuestra vida de acción ¿aquél sol que ilumina y permite tener una visión espléndida del mundo o por el contrario que ciega los ojos con el resplandor de sus rayos?

Es evidente que en el corto o largo camino que llevamos de nuestra vida hemos tenido ocasiones en que con nuestra predicación y testimonio hemos sido luz para otros, pero unas cuantas veces también luz excesiva que daña y destruye la vida de los demás; es hora de plantearnos una seria pregunta y es cuál de ambas posiciones tiene más peso en nuestra vida cuando hacemos referencia a nuestra vida activa, ¿aquella que hace el bien, o aquella que destruye la dignidad de los demás? Hermanos, la vida de soles que iluminan y permiten tener una visión espléndida se empieza a formar y a forjar con dificultades y errores en nuestro propio convento, en nuestra casa de formación y con nosotros mismos: qué cosa más difícil, pero no imposible.  

Siguiendo a fray Vicente María Bernadot es importante decir que “Las horas más importantes del predicador, las más plenas de beneficios futuros, donde llega al punto culminante de su vocación, son las que emplea en asimilar a Cristo, en la contemplación” y con este fruto sagrado predicar al mundo entero, iniciando por nuestros hermanos, el kerigma, el amor y la misericordia de Dios para todos.

Martha y María en este evangelio nos dejan dos estilos de vida que no se contraponen, sino que se complementan el uno del otro. Predicamos y vivimos nuestra vida activa de aquello que hemos contemplado en la oración, en nuestro estudio y vida personal. Que este evangelio nos lleve queridos hermanos a pensar realmente sobre cómo estamos viviendo estos dos pilares y guías en nuestro camino como personas, cristianos y dominicos. Pidámosle al Señor que nos de la gracia de la oración, del encuentro personal con Él y de la contemplación, y que toda nuestra vida sea un fruto de aquello que verdaderamente hemos meditado; que sea María Santísima, la mujer contemplativa por excelencia quien interceda por cada uno de nosotros en nuestro caminar hacia el cielo, para que todos juntos podamos llegar a la meta de este camino que es la salvación de nuestra alma y la de los demás. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 


Fray Stiven Giraldo Zuluaga, O.P.

  • Cursa sexto semestre de la licenciatura en filosofía y letras de la Universidad Santo Tomás.

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