XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
| septiembre 26 de 2021 |
Queridos hermanos en el Evangelio de Hoy se nos presenta un fuerte cuestionamiento a la coherencia de vida, a la que estamos llamados todos los que seguimos al Señor. Las imágenes que se nos presentan resultan ser bastante fuertes e incluso contradictorias; pues hoy se nos habla de un caso que nos puede resultar bastante familiar a los discípulos que en la actualidad seguimos a Jesús: unos cercanos al Señor, que están airados contra otro grupo que usa el nombre de Jesús para expulsar demonios, es decir, para hacer el bien, aunque no estén tan cerca del Señor. Y la respuesta de Cristo es iluminadora en nuestro tiempo, pues su tono conciliador evoca la esperanza del dialogo, la esperanza en lo diferente.
Sin embargo, también se nos presenta otra idea que parece ir en dirección contraria: “El que no está conmigo, esta contra mí”, bueno y entonces ¿en qué quedamos?, ¿aceptamos con amor a quien no está con el Señor o simplemente lo excluimos? Y la respuesta del mismo Evangelio va por el camino de la coherencia de vida, aquella que nuestra época adolece en muchos sentidos, pues es más sencillo caminar por las sendas de la hipocresía, la diplomacia y no tomar al otro en serio, sino simplemente juzgarlo, muchas veces en secreto o a sus espaldas.
Jesús presenta esta coherencia de vida con la expresión: “Si tu mano te induce a pecar ¡córtatela!” Sin duda esta idea evoca la radicalidad de Jesús por la salvación, evidentemente el Señor no quiere que vallamos amputados por la vida, sino que es un modo fuerte de hablar para expresar que la realidad del pecado divide nuestro ser, divide nuestra existencia, divide nuestros afectos, y claro el rechazo al pecado es claro, pues todo aquello que en nuestra vida nos aparte de Él y nos haga pecar, tenemos que quitarlo de en medio.
Y no solo es tener miedo a Dios, sino a aquellas cosas o situaciones que nos apartan de él, porque lo más importante en nuestra vida es acoger la salvación de Cristo y si algo o alguien nos impide acoger esa salvación, pues tenemos que elegir entre esa realidad y Dios. No podemos tener una vela encendida al mal y otra al bien. Tenemos que ser muy coherentes, porque hay personas que les gustaría ser santos, pero a la vez permitiéndose muchas cosas, hay personas que les gustaría ser buenas personas, pero a la vez no tener que luchar contra sus vicios como el mal genio, no podemos pactar con la mediocridad, con el pecado, con las pequeñeces humanas y luego tener un corazón grande, querer llegar lejos, querer ser en definitiva santos de verdad. Es por esto que podríamos preguntarnos ¿qué cosas yo tendría que traer a mi vida? ¿y qué debo mejorar? A lo mejor quitar en vida un poco de crítica, momentos de mal humor, a lo mejor tengo que quitar esas situaciones, actitudes y modos de actuar que ofenden a Dios y a los demás o incluso me hacen perder mi propia dignidad humana.
Cuesta, es difícil, pues cortarnos una mano no es algo fácil, hablando simbólicamente, pero muchas veces es necesario para poder avanzar, pues el pecado y el mal no permiten que desarrollemos lo que somos, y quizás cargando con el lastre del pecado se nos hace difícil alcanzar a comprender que la bondad de Dios está en todos, y no porque unos estén más cerca o más lejos, podemos entrar a juzgar, la respuesta está aquí expresada en una coherencia de vida, que nos hace entender que la mejor forma de ver es conocer, la mejor forma de tocar es haciendo el bien, que la mejor forma de caminar es en amistad, la mejor forma de hablar es transmitiendo esperanza, la mejor forma de vivir es amar, y esto implica necesariamente al necesitado, al que piensa diferente, solo lo que está contra nosotros es el pecado y el mal que nos dividen, no nos dejan ser.
Tenemos que elegir al señor o servir ídolos, que en definitiva nos esclavizan, nos tiranizan, nos ofrecen comodidad, el quedar bien por apariencia, quedar por encima de los demás, ser más soberbios, tener en exceso, al final todo esto nos destruye. Por eso, el Señor es claro diciendo que si tú ves que hay algo en tu vida que te aparta de Dios y que te hace pecar: quítalo, no te compensa, no vale la pena, la vida es una oportunidad única e irrepetible de llenar nuestro corazón de amor y de trasmitirlo.
Fray Cesar Alejo Parra Arenas, O.P.
- Primer año de Filosofía.
- Cursa segundo semestre de Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás.
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