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Tradiciones vacías vs Jesús

|  agosto 29 de 2021  |

La historia nos muestra que la vida en sus distintos momentos ha estado permeada por muchas tradiciones, unas más aceptadas que otras. Un ejemplo de una tradición que no debe ser aceptada y aun se lucha para que termine su práctica es la “ablación” que es común en algunos grupos indígenas. La ablación consiste en la mutilación genital femenina, especialmente en los primeros años de vida de la niña, con el fin de evitar que se convierta en el órgano sexual de un niño, también creen que impide que la mujer sea infiel. Este es un caso puntual de violencia de género amparado en la tradición y debe ser abolido, con educación, ya que muchas veces las niñas mueren en el proceso y las que no sufren de por vida. Pero un ejemplo de una tradición que es aceptada, en casi todas las culturas, es festejar cuando se cumple un año más de vida. El cumpleaños es un momento especial, de reconocimiento del individuo y para que este comparta con sus seres queridos. Otra tradición que es bien vista es lavarse las manos antes de comer, más ahora en la condición sui generis que estamos viviendo y, por lo tanto, debemos lavarnos las manos hasta para entrar a un establecimiento.

Pero entonces ¿Por qué en el Evangelio que acabamos de escuchar pareciera que Jesús no está de acuerdo con esta buena costumbre de lavarse las manos antes de comer?

Para responder esta pregunta leamos nuevamente la acusación de los fariseos y escribas a Jesús.  “¿Por qué tus discípulos no se comportan conforme a la tradición de los mayores, sino que comen el pan con las “manos impuras”?”

La clave está en cómo veían el mundo los fariseos y escribas, gente supremamente estricta para el cumplimiento de leyes religiosas. La ley la vemos reflejada cuando ellos dicen “manos impuras”. Vemos entonces que la “tradición de los mayores” consistía en purificar las manos como un rito para agradar a Dios, pero sabemos que lo que le importa a Dios es un corazón misericordioso. Por otro lado, para demostrar que a estas personas no les importaba el prójimo, recordemos cuando le preguntaron a Jesús, en otra ocasión, si era licito curar en sábado, día sagrado y de descanso para los judíos, él les dijo que es licito hacer el bien en sábado y curó a un paralitico. Después de eso, los fariseos se confabularon para eliminar a Jesús porque iba en contra de sus tradiciones. Por esto es necesario entender que lo que estamos hablamos no es un asunto trivial, sino de vida o muerte.

 Es así, que otro punto importante de este evangelio es la confrontación de Jesús con los líderes religiosos. En este sentido, en el que una religión necesita de ciertas verdades para poder permanecer, y Jesús insistentemente está sacudiendo los cimientos de esas tradiciones que prefieren el cumplimiento esclavizante a la dignidad humana.  Ya sabemos lo que le hicieron los fariseos y líderes religiosos a Jesús por ser una persona peligrosa que ponía en duda algunas tradiciones de la época. Pero también sabemos que la muerte no tuvo la última palabra. Lo que nos da a entender que como cristianos estamos llamados primero, a cuidar nuestro corazón para que no se incline a tradiciones vacías que denigran de la persona y segundo, a denunciar todo atropello contra los más vulnerables incluso si se incomodan las elites, ya que tenemos la esperanza que Jesús nos dejó.

Hermanos, reflexionemos sobre nuestra vida y preguntémonos si estamos siguiendo tradiciones sin sentido y huecas que lo que hacen es esclavizarnos y apartarnos de Dios al excluir a quienes no las cumplen. También preguntémonos si estamos dispuesto a sacudir como Jesús los cimientos de injusticia que oprimen al más necesitado, sabiendo que eso acarreará persecución.


Fray Andres Eduardo Coronado Villalba, O.P.

  • Cursa tercer semestre del Bienio Filosófico en la Universidad Santo Tomás

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