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Una virgen que muere de amor

|  agosto 15 de 2021  |

El Señor es humilde, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. (Salmo 138)

 

Queridos hermanos, celebramos en este Domingo la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María a los cielos, este Dogma fue proclamado por el Papa Pio XII el 1 de noviembre de 1950, este dogma consiste en que la Inmaculada Madre de Dios, siempre virgen, cumplido el curso de su vida terrena fue subida en cuerpo y alma a la gloria celestial. La liturgia nos propone para esta solemnidad una serie de lecturas que recalcan la maternidad de una virgen humilde preocupada y regocijada en la pobreza y en la miseria.

El texto presentado en el evangelio de este domingo inicia con la visita de María a su prima Isabel, en ese contexto, María se encamina y va a prisa a la montaña para encontrarse con su prima Isabel, en medio del saludo, María responde con un cantico, muy conocido y usado en la liturgia de la horas, el Magnificat, llamado así por ser la palabra con la que inicia el texto en latín: Proclama mi alma la grandeza del Señor.

María entona este canto afirmando que Dios se ha fijado en la humillación de su esclava, y se engalana haciendo una defensa por los pobres, los marginados y los humillados, porque Dios se ha fijado en ellos, tal como lo hemos propuesto al iniciar esta corta reflexión, El Señor es humilde, se fija en el humilde. Y efectivamente se fija en el humilde, María, una joven humilde, sin relieve social, en las oscuras aldeas de Galilea lejanas de la gran orbe de Jerusalén en donde se ostenta el poder, del vientre de aquella mujer nace Jesucristo, aquel que muere en una Cruz en favor de los humillados.

Que bonita reflexión en un contexto en el que los frailes salimos de misión a Cazuca, juan XXIII y Bosque Calderón, el Señor nos llama para que con una voz profética en favor de María, discípula y misionera llevemos la Buena noticia del triunfo de Jesús sobre la muerte, porque la salvación se manifiesta en los humildes, en los necesitados, en los hambrientos de pan y de la palabra de Dios, que no solamente serán a los que llegaremos, sino que también siendo nosotros discípulos porque seguimos, escuchamos y atendemos las palabras del maestro, y misioneros porque la llevamos a un contexto de hambre, de necesidad, de angustia, una sociedad falta de esperanza y ávida de una entrega generosa. El cantico de María nos anima a vivir la solidaridad y la gratuidad como actitudes de un verdadero creyente que se preocupa por los demás, que lucha en la defensa de la vida y del bien común, no seamos necios en llevar sin recibir, en llevar un mensaje sin recibir al mismo Señor en la presencia de cada una de las personas que nos encontramos; no seamos necios en querer recibir sonrisas y agradecimientos sin llevar al Señor en medio de nuestras palabras y nuestros gestos.

Ahora bien, frente a la Solemnidad que celebramos este domingo, es necesario recordar que el cuerpo sin vida de la virgen María no estuvo sujeto a la corrupción, como lo afirma el Papa Pio XII en la instauración de este Dogma, en María hay un triunfo sobre la muerte, pero no es un triunfo en nombre y beneficio propio, María ha degustado la muerte sin dolor alguno porque ya ha muerto de amor al ver las injusticias que llevaron a su hijo a la cruz, las injusticias por las que pasan a diario tantos pobres y necesitados, migrantes y sencillos. Así, como afirma San Juan Damasceno, “Convenía que aquella que había llevado al creador como un niño en su seno tuviera después su mansión en el cielo”

Oremos pues por tantas personas a quienes hoy no llega el mensaje de salvación, y por otras tantas que no pueden ver la acción misericordiosa de Dios en cada una de sus vidas. Oremos también por nosotros para que podamos reconocerle en nuestra vida, reconocernos como elegidos suyos y aceptar la misión a la que somos llamados, para que podamos proclamar como el salmista: El Señor es humilde, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. (Salmo 138)


Fray Rodolfo Toro Gamba, O.P.

  • Cursa quinto semestre de Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás.

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