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El Padre nos atrae, nosotros decidimos

|  agosto 08 de 2021  |

Existen algunos cuestionamientos constantes que muchos cristianos nos hemos hecho y a los que seguramente respondemos de diferentes maneras: ¿Qué sentido tiene pertenecer a la Iglesia?, ¿sería más sencillo quitarnos las etiquetas de “católico” “cristiano” “mariano” o cualquiera que sea la que nos corresponda?, ¿Jesús realmente vino a fundar una iglesia?

No pienso responder a estas preguntas pues podría cometer errores doctrinales y teológicos por mi falta de experticia, sin embargo, sí pretendo que juntos pensemos un poco frente a la forma en que el Padre nos ha atraído a Jesús: ¡la forma y la finalidad! El ¿cómo? Y el ¿para qué nos ha acercado el Padre a Jesús? Se trata entonces de una mirada a nuestro propio proceso como cristianos, a ese camino que algún día ustedes y yo decidimos emprender.

Pongámonos un momento en el lugar de aquellos que escuchaban a Jesús; aquellas personas que lo conocían y que incluso sabían quiénes eran sus familiares. Nos daremos cuenta de que, para ellos, no era fácil creer en Él, a pesar de haber presenciado sus milagros no es sencillo aceptar que ahora se está presentando como “Pan del cielo”. ¿Para nosotros fue más sencillo? Seguramente algunos dirán que sí, porque ya ha pasado todo un proceso y está clara la relación de Jesús con los profetas y otros textos que afirmamos como revelados. Pero, no es así. No es más fácil hoy porque se requiere exactamente lo mismo: En primer lugar, ser “atraído por el Padre” y, en segundo lugar, asumir el rol discipular que esa atracción conlleva.

Todos nosotros en algún momento descubrimos que Dios se presentaba en nuestra vida de alguna forma, bien sea porque desde niños nos educaron en la fe o porque en algún momento ocurrió un suceso que nos marcó; sin embargo, de nada sirve un buen catequista o un momento de crisis que deja entrever a Dios. Es necesaria la voluntad de asumir ese llamado. Es necesario dar el primer paso para caminar hacia Él. Así, todos en algún momento decidimos iniciar un camino que nos ha traído hasta hoy, pero, deberíamos cuestionarnos si ¿aún queremos caminarlo? ¿Aún estamos dispuestos a seguir a Jesús?

El Señor se presenta aún hoy a cada uno de nosotros de diversas formas, algunas veces con mayor claridad, se sigue haciendo pan para compartirse, pan para alimentarnos, Pan de vida para que cada uno de los que siga caminando con Él llegue a esa vida eterna que nos fue dada gracias a Él; esa es la razón que tiene el Padre para atraernos a Jesús, que podamos seguirlo, convertirnos en sus discípulos siendo así enseñados por Dios mismo.

Es claro en este punto que todos emprendimos el camino y ya sabemos para qué Dios Padre nos hizo la invitación primera, ahora se debe dejar bien claro que nos corresponde seguirlo incluso cuando se nos haga más el escondidizo, cuando parece que no está, cuando se pone más difícil el andar; es necesario a esta altura del llamado y responder al mismo independientemente del estado de vida en que nos encontremos.

Ojalá las respuestas a estas preguntas no sean aceleradas. Son respuestas que sólo nosotros mismos podemos brindar desde la vida, desde la búsqueda constante del Nazareno en el que tiene hambre, frio, está en la cárcel, es forastero o tiene sed. Es una respuesta que nos debería llevar a hablar más seguido con el Padre en la oración y a aceptar el gran don del Espíritu para que anime nuestro caminar enseñándonos a amarnos de verdad.


Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P.

  • Cursa quinto semestre de Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás.

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