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El Señor se sirve de nuestra poquedad

|  julio 25 de 2021  |

¿Dónde vamos a comprar pan para toda esta gente?  Es la pregunta que escuchamos decir a Jesús a uno de sus discípulos, Felipe. poniendo a prueba su compasión, su capacidad de dar lo que posee.  Jesús aun sabiendo lo que iba hacer ante la necesidad de el pueblo que lo sigue, decide realizar la pregunta y quizás esperaba encontrar que el discípulo confiara en él y entregara lo que tenía. Sin embargo, la respuesta del discípulo solo nos muestra la poca capacidad de entrega y de confianza en Dios: “Ni siquiera el salario de doscientos días bastaría para comprar el pan suficiente para que cada uno recibiera un poco”.

Ahora bien, en muchas ocasiones nos convertimos en aquel discípulo que desconfía de Dios y no entrega lo poco que se cree tener, dos ejemplos de esa desconfianza en Dios que se pueden presentan en nuestras vidas son: en primer lugar, cuando enfrentamos diferentes situaciones económicas, hay quienes ante la falta de una economía estable se rinden ante la desconfianza en la providencia de Dios, lamentándose día y noche por lo poco que tienen y olvidándose de dar gracias y poner en las  manos  de Dios lo que se nos concede, por otra parte también están quienes ante la abundancia de bienes y dinero se convierten en ahorradores compulsivos, o los famosos tacaños, desconfiando de Dios, situación que en muchas oportunidades se convierten en una falta de caridad hacia el hermano. Es así como muchas familias se cohíben de vivir momentos de fraternidad porque en su pensamiento está en la frase “hay que guardar para cuando lleguen las vacas flacas”. Y en esta situación de lamentación o de sobreprotección de lo que se tiene, nos olvidamos de ofrendar a Dios y a nuestros hermanos lo que tenemos.

Otro claro ejemplo se puede manifestar en nuestro estilo de vida como religiosos, puesto que en algunos momentos de nuestras acciones pastorales se nos olvida que Jesús toma lo poco que poseemos para alimentar a su pueblo en abundancia y dudamos ante los diferentes retos que se nos presentan en la vida pastoral. Dudando de nuestras capacidades y olvidando que el Espíritu Santo es quien actúa en cada uno de nosotros.   

Pero el Evangelio nos presenta la figura del muchacho con los cinco panes y los dos peces como fiel reflejo de quien entrega todo a Dios para el servicio del pueblo, a lo que estamos siendo llamados como cristianos. Por otra parte, al comparar las cantidades que son mencionadas por el discípulo con las que son entregadas por el muchacho podemos reconocer que a Jesús le es indiferente cuanto se posea para entregar, lo realmente importante, es la capacidad de donar con humildad lo que poseemos. Jesús se sirve de lo que tenemos y acepta nuestra poquedad para realizar los signos de su bondad, tal como lo hace al multiplicar estos panes y peces y calmar el hambre del pueblo.

Así en este decimoséptimo domingo del tiempo ordinario el Señor nos pregunta ¿Cuál es el hambre que hoy posee nuestro pueblo? ¿Estamos dispuestos a entregar lo que poseemos para servir al pueblo o seguiremos diciendo y pensando que no tenemos nada para entregar? En la actualidad el hambre del pueblo se manifiesta en hambre de justicia, de paz, de amor, de solidaridad, hambre de fraternidad entre otras, pero de manera similar los cinco panes y los dos peces se manifiestan en nuestras capacidades intelectuales, físicas y demás que sin importar que tan limitadas creamos que son, la confianza en Dios las multiplicara para poder servir al pueblo y continuar con la construcción del Reino de Dios.

Hermanos ofrezcamos al Señor los dones que poseemos y pidamos le que nos ayude a vivir el compromiso que implica nuestra ofrenda, que nos permita correr el riesgo de entregar desinteresadamente y con humildad lo que tenemos y lo que somos, confiando en que solo tu Señor multiplicaras lo que está a nuestro alcance de hacer.


Fray José Eduardo Pardo Carrillo, O.P.

  • Cursa quinto semestre de Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás.

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