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Parábola de la fiesta de bodas

|  octubre 11 de 2020  |

Esta parábola empieza diciendo: “el Señor se dirige a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”. Es decir, a sus opuestos, porque no quieren entender que Él es el cumplimiento de las profecías, que Él es el mesías que tanto estaba esperando el pueblo de Israel y por eso les dice que el rey va hacer una gran fiesta y que invita a la gente importante del país a la boda de su hijo. Estos, los que representan al pueblo de Israel son los invitados especiales, los invitados de honor para la fiesta. Pero dice que rechazan esta invitación y que, incluso, son agresivos hasta con los enviados del rey para mandarles la invitación a la fiesta. Jesús está hablando de sí mismo, de lo que a Él le iba a ocurrir, de esa agresividad que se vería explícita en la muerte de Jesús en la cruz.

También está parábola tiene un papel profético, ya que por causas del mal obrar y del pecado, el pueblo se verá destruido. Cuando una persona hace el mal, no sólo hace el mal a las víctimas inocentes, sino que permite la venganza de los buenos; por tanto, el mal se destruye así mismo. Es posible que por esto en el año 70 Jerusalén fue arrasada y destruida absolutamente. No es un castigo de Dios, sino la consecuencia del mal que estaba dentro del pueblo de Israel; el mal que se destruye así mismo y que cobró en Jesús una víctima inocente, que murió perdonando a sus enemigos e intercediendo por ellos.

Digamos que esto podía estar referido al pueblo de Israel. El Señor les dice a los sacerdotes: como no habéis querido venir a la fiesta; como no habéis querido aceptar que soy el Mesías, voy a invitar a otros. Y ahí habla por supuesto de los Gentiles, de los no judíos. Manda a sus criados con la misión de salir a los caminos invitando a malos y buenos, a justos y pecadores; con la actitud de apertura y sin limitarse. Todos están invitados a la fiesta.

La parábola continua. El rey en el desarrollo de la fiesta hace una visita. Es una forma de analizar quién ha entrado a la fiesta y goza de ella. En su visita se encuentra con un hombre que no tiene el vestido de fiesta, a este lo manda a expulsar. La Iglesia en su historia ha interpretado esto de la siguiente manera: para estar en esta fiesta que representa el cielo y que se desarrolla en la tierra, hay que estar en gracia de Dios. Pero si eres pecador ¿cómo vas a estar en gracia de Dios?

Debemos partir desde nuestra condición de humanos, el pecado abunda en nuestras vidas, pero nos podemos arrepentir; estar sucios y purificarnos. No pido que utilices el traje de gala del rey, pero sí que busques ropa limpia. Somos todos partícipes de esta gran fiesta, representada en la Eucaristía, sin importar la historia de vida. Pero tienes que estar en gracia de Dios, con actitud de arrepentimiento y practicando el sacramento de la confesión. Eres un pecador invitado a la fiesta, pero en esta condición no puedes entrar, entonces pide perdón, lávate, limpia tu alma. Y si no lo haces, entonces no eres digno de entrar a la fiesta. No está hablando el Señor que a la fiesta solo están invitados los ricos o solo son invitados los buenos, a la fiesta estamos invitados todos.  De esta manera estamos llamados a disfrutar de la eternidad, de estar con Dios. Todos estamos llamados a la fiesta de la Eucaristía, basta con que estés en gracia, basta con que estés arrepentido; esto es lo que te está pidiendo el Señor a cambio de invitarte a la gran fiesta de la vida en la tierra y en el cielo.

Cuanto daño hacen aquellos que dicen: “no hace falta confesarse para comulgar”, o aquellos que dicen: “El pecado es relativo, Dios todo lo justifica”. El señor nos dice ven a la fiesta de la boda, a la fiesta de la Eucaristía, comulga arrepentido de los pecados, ven al cielo, entra a la vida eterna. Decir que los pecados no son pecados no es hacer el bien. Decir que fumar es estupendo para la salud o que emborracharse todos los días es de provecho para el hígado, es engañar a la gente y a nosotros mismos. No eres el dueño del mensaje, el dueño del mensaje es Jesús nuestro salvador. Dios te ama infinitamente, lucha y ven a la fiesta de la Eucaristía y del cielo. Amén


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Fray Cesar Alejo Parra Arenas, O.P.

  • Primer año de Filosofía.
  • Cursa segundo semestre de Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Tomás.

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