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El trabajo que ha labrado nuestra vida tiene como recompensa el Reino de Dios 

|  septiembre 20 de 2020  |  POR: Fray Daniel Yovani Sisa Niño, O.P.   | 

Queridos hermanos.

El Evangelio de este domingo parece desconcertarnos, pues en esta parábola de los obreros que son enviados a trabajar en jornadas diferentes, y que reciben un mismo salario, puede plantearnos varias preguntas sobre ¿Qué tan aceptable en términos de justicia es la actitud del propietario? ¿Acaso esto no viola el principio de una recompensa justa? ¿Qué concepción del trabajo tenemos y cuál es la que nos propone este pasaje del evangelio de San Mateo?

Desde tiempos inmemorables el ser humano ha puesto su cabeza y sus manos, es decir, su inteligencia y voluntad al servicio del bienestar, al servicio del progreso, transformando la tierra unas veces en favor de todos, y otras veces en provecho propio. Sin embargo, el tema del trabajo ha estado presente incluso desde que empezamos como cazadores y recolectores, pero ya pronto por la división profesional del trabajo comenzó el problema de las desigualdades, lo que ocasionó abusos laborales; sin embargo, esa inteligencia humana que nos había puesto a trabajar, también puso a grupos sociales a protestar en favor de la justicia, en favor del bien común. Quizás la primera gran protesta surge de unos trabajadores egipcios que se negaron a seguir construyendo la tumba de Ramsés III; cosas muy buenas han sucedido cuando se ha dicho que no, cuando se ha protestado por ejemplo en gremios como la asociación internacional de trabajadores del año 1848; de estas protestas han surgido los derechos a los trabajadores, la seguridad social, la edad mínima para trabajar, el descanso necesario, y por supuesto el salario mínimo y justo.

Ahora bien, hoy quiero resaltar tres ideas de esta parábola para dar respuesta a las preguntas: en primer lugar, esta la idea que el propietario es más bueno de lo que nosotros pensamos; en segundo lugar, parece que Jesús muestra una no tolerancia al desempleo, y en último lugar la idea de trabajo. Hermanos es claro que, en el lenguaje pedagógico de Jesús, el salario es la Vida Eterna que nos la ofrece a todos, pues Dios nos llama a su viña en cualquier hora de nuestra vida, pero lo que es cierto es que la propuesta de Dios es para todo aquel que lo quiera seguir, pero esto implica nuestro esfuerzo y entrega; así pues, es posible ver que por un lado a todos les exige trabajar y que a todos les paga, pero ¿por qué unos están inconformes? Quizás sea por la idea de justicia que hay en el sentido común, la cual es retributiva, es decir, a más trabajo más sueldo; sin embargo, no se cuenta que el propietario puede ser más bondadoso de lo que pensamos, el propietario no niega salario, solo que recompensa con el bien más grande que se puede ofrecer, el Reino de los cielos.

En segundo lugar, algo que quiero resaltar es la idea del desempleo, y quizás ahora en tiempo de pandemia muchos puedan hacer propias las palabras de los jornaleros del Evangelio “Nadie nos ha contratado” la realidad de la desigualdad social, de la pobreza extrema es algo que nos debe movilizar, es algo que nos debe mover a buscar y a construir mejores políticas públicas que permitan una verdadera expresión de lo que profesamos: la fe, la esperanza y la caridad. El Reino de Dios se construye con los pies en la tierra y con las manos llenas del barro de la realidad, Dios no quiere desocupados que no sean capaces de trabajar por el hermano, que no sean capaces de trabajar por el bien común. La propuesta Evangélica es clara y es una opción por el trabajo, es una opción por la llamada que nos hace Dios en cualquier hora de nuestra vida, a trabajar en su viña, y quizás este llamado es ya la primera recompensa,

En este tercer momento quiero que pensemos en qué idea tenemos del trabajo. A veces en el imaginario común el trabajo es como un mal necesario, pues solo se hace por que se recibe un salario; por ejemplo: el caso de varios de nuestros universitarios que sin empezar el primer semestre de universidad ya están pensando en que disfrutaran su pensión, o cómo en el cotidiano vivir aún no se ha terminado el domingo y ya se está anhelando que la semana pase rápido para que llegue el siguiente fin de semana. Sin embargo, el trabajo no solo ha labrado la tierra, y todo lo que tenemos a nuestro alrededor, el trabajo ha labrado nuestra vida misma, el trabajo ha modificado nuestros pensamientos, nuestras actitudes y nuestras esperanzas, el trabajo es lo que somos, y aquí hay una razón clara para ver la inconformidad de los jornaleros que fueron contratados en la primera hora del día, pues si el trabajo es solamente un mal necesario, claro que hay reclamo por el sueldo; pero si el trabajo es la vida misma, la recompensa es el producto del trabajo y no necesariamente el sueldo, en ultimas parafraseando a Santo Tomás de Aquino, la mayor gloria que le podemos dar a Dios es el desarrollo de nuestras capacidades, es llegar a la plenitud de nuestras potencialidades y eso en ultimas es el trabajo.

Pidámosle al buen Dios, al dueño de la Viña que nos permita seguir trabajando por nuestros hermanos. Que veamos el premio inestimable de la Eternidad construida en nuestra cotidianidad y que la recompensa a toda nuestra fatiga no se otra que el amor a ti Señor Jesús y a nuestros hermanos. Amen.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020