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¿Quién dice la gente que soy yo?

|  agosto 23 de 2020  |  POR: Fray Rodolfo Toro Gamba, O.P.   | 

El Señor es humilde, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. (Salmo 138)

Queridos hermanos, la liturgia nos propone para éste XXI Domingo del Tiempo Ordinario una serie de lecturas que recalcan el llamado de Dios al hombre, y su mirada propicia al corazón de aquel a quien Él elige. Quiero hacer esta reflexión desde tres puntos: Jesús, Elección y Misión.

Jesús:

En primer lugar viene a mi mente la pregunta propuesta por Jesús a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? A lo que los discípulos le responden que Juan el bautista, Elías, entre otros. Y si nos preguntáramos en este momento ¿Quién dice la gente que es Jesús?

Seguramente vendrán afirmaciones que refieran al Jesús histórico, un gran profeta que pasó haciendo el bien, y otros incluso negarán su existencia terrenal.

Es curioso como la pregunta hecha por Jesús no surge de la nada, es decir, quienes le acompañan no es primer vez que se encuentran con él, ya vienen haciendo un camino, siguiéndole y viendo como les explica las escrituras, como hace milagros, cura enfermos, entre otros; y de hecho, se podría afirmar que ya muchos pensaban que Él era el mesías que tanto deseaban, un hombre que hacía signos y prodigios, el libertador de un pueblo sometido al imperio romano y lleno de pobreza.

Entonces no hablamos  de un Jesús que aparece por primera vez, por el contrario, hablamos de un Jesús que aunque vivía con ellos y les mostraba de muchas maneras que él era el Hijo de Dios que había venido a salvar al mundo, seguía siendo un completo desconocido.

Luego de esto Jesús les pregunta: y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?, y de inmediato Simón tomó la palabra y dijo: “Tu eres el Mesías, el hijo del Dios vivo”, seguramente se demarca allí una estrecha relación entre Jesús y Simón, sin embargo sería interesante si nos cuestionáramos acerca de ¿Quién decimos que es Jesús? ¿Quién es Jesús en medio de esta realidad que nos tiene hoy en nuestras casas con miedo de una enfermedad o de la muerte?

Es interesante como esta realidad del evangelio nos sigue interpelando particularmente en este momento, es un Jesús que claramente nos pregunta quién decimos que es él, pero no se trata únicamente de lo que decimos de dientes para afuera, sino lo que decimos y de lo que realmente estamos convencidos. No es un Jesús que busca saber que dicen los demás acerca de él, sino quién sentimos que es Él, y quién le decimos a los demás que es Él.

Elección:

En segundo lugar, luego del reconocimiento hecho por Simón a Jesús, un reconocimiento que ha salido desde lo más profundo del corazón, se denota una elección y una predilección; Jesús le ha elegido como la roca en la que edificará su iglesia.

Luego del encuentro en la historia personal, con ese Jesús que ha hecho grandes cosas con nosotros, que se ha manifestado por medio de tantas personas que han llegado a nuestra vida con un mensaje claro, con vivencias específicas e incluso con testimonios que alientan nuestra vida, hoy nos tenemos que reconocer como elegidos suyos, es decir, ese reconocimiento de Jesús como el mesías no se debe ver únicamente como una relación vacía y utilitarista en la que le reconocemos un título para que nos otorgue sus favores.

Es justo a partir de este momento donde nos sentimos elegidos, en el reconocimiento de lo que ha hecho en nuestras vidas en gratuidad, y sin merecimiento alguno. Pero es una manifestación de la elección desde una clave fundamental que hoy nos aportan tanto la primera lectura como el salmo 138: El Señor es humilde, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio.

El Señor se ha fijado hoy en ti y en mí, nos ha mirado con amor eterno, y nos ha hecho participes de su vida, ahora nos queda seguir implorando al Señor con el salmista: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. Porque no es una elección por mérito, sino por obra de misericordia, y esto es un punto fundamental en nuestra vida como dominicos, pues, a los frailes cuando tomamos hábito y cuando hacemos nuestra profesión se nos pregunta qué le pedimos a Dios y a la Orden de Predicadores, a lo que respondemos: La misericordia de Dios y la de la Orden.

Y no se nos puede olvidar que hemos venido pidiendo la misericordia, no puede ser una elección que nos haga inmisericordes con los demás. Hemos sido elegidos para llevar a los demás el amor de Dios que se ha manifestado en nuestra vida. Y justamente eso nos conduce hacia el último punto: La misión.

Hemos sido llamados con un nombre en específico que se nos ha dado por el bautismo, y justamente es la importancia del nombre la que se refleja en este evangelio: “Ahora te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”

Somos llamados por nuestro nombre, y de hecho cuando en el bautismo les preguntan a nuestros padres cuál es el nombre que nos quieren poner, y a los frailes nos llaman por nuestro nombre, al cual contestamos “presente”.

Junto con el reconocimiento de Jesús como hijo de Dios, con su acción esperanzadora en nuestra historia personal, y con la aceptación de su elección en nuestra vida, debemos sentirnos llamados a anunciar eso que a nosotros también se nos ha anunciado, a dar a conocer ese mensaje que a nosotros se nos ha dado de una u otra manera, incluso en estos tiempo de pandemia en lo que tenemos que enfrentarnos a estos medios virtuales. Estamos llamados a una misión específica.

Oremos pues por tantas personas a quienes hoy no llega el mensaje de salvación, y por otras tantas que no pueden ver la acción misericordiosa de Dios en cada una de sus vidas. Oremos también por nosotros para que podamos reconocerle en nuestra vida, reconocernos como elegidos suyos y aceptar la misión a la que somos llamados, para que podamos proclamar como el salmista: El Señor es humilde, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. (Salmo 138)


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020