Un demonio muy malo
| agosto 16 de 2020 | POR: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P. |
“Mi hija tiene un demonio muy malo”, así gritaba aquella madre desesperada por buscar ayuda para su hija; el evangelio nos trae para este duodécimo domingo del tiempo ordinario el relato de una mujer que es movida por amor, se mueve por el amor de madre que solo una mamá lograría comprender y que para quienes no lo somos quizá nos cueste un poco imaginar; sin embargo, no quiero detenerme aún en el aspecto de la maternidad, más bien quiero enfatizar en el movimiento que hace aquella madre hacia Jesús, es un movimiento que se da de una forma particular, pues no era solo una mujer, era una madre que se pone en salida, era una mamá cananea que no debía reconocer en Jesús más que un israelita más, uno de ese pueblo que los despreciaba; a pesar de ello, lo reconoce como “hijo de David”, como muy pocos lo habían podido hacer.
Es ese reconocimiento del Señor el que la lleva comprender que solo Él podría sanar a su hija, es Jesús la solución, es su salvación, será quien puede liberar a su hija del demonio malo que la ata; sin embargo, a pesar de ese reconocimiento, solo recibe indiferencia, parece que a Jesús no le importa y ni siquiera se detiene a escucharla. Los discípulos que según el orden del Evangelio de Mateo habían escuchado a su Maestro de la importancia de las acciones (Mt 15: 10-20) y lo habían visto hacer curaciones en diversas ocasiones (Mt 9:1-8; 9:27- 31; 14:34-36) al ver la situación y un poco aburridos de oírla gritar, deciden intervenir, ser intercesores de aquella mujer, intercesión frente a la cual Jesús responde de forma desconcertante para nosotros pero con una lógica más judía de la que podríamos imaginar, “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, es cierto, el mesías era un Judío para los Judíos, al menos eso dictamina aquella lógica.
En este punto es necesario volver de nuevo a resaltar la fuerza del amor de la cananea, quien a pesar del rechazo dice el relato que “los alcanzo y se postro ante Él”, ante aquél que ya había reconocido y que se estaba alejando, se estaba escapando, ella no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad de la salvación de su hija sin ser escuchada; fue así como después de un dialogo franco, aceptando su posición de cananea, comprendiendo la lógica planteada por Jesús, nos muestra como esa lógica judía no puede ser la lógica de un Dios misericordioso porque hasta los perritos disfrutan de la comida de sus amos, rompiendo así la lógica de “un pueblo elegido entre muchos”, resignificando dicha lógica por amor, una lógica del amor que es movida por la compasión y así se produce el milagro. “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.
Hoy estamos en medio de una situación difícil y valdría la pena preguntarnos ¿tendremos algún o algunos demonios grandes?, ¿acaso la Iglesia no es madre de los cristianos? ¿no la mueve el amor que tiene por sus hijos? ¿no reconoce al Señor como la solución para librar a sus hijos de aquel demonio? ¿le cuesta postrarse y rogar a Jesús por el milagro? ¿se sigue moviendo por la lógica judía de la antigua alianza después de más dos mil años de ocurrida la Pascua?
Seguramente tendremos muchas posibles respuestas a todos estos interrogantes, muchos podremos señalar a unos u otros como responsables del proceder de la institución durante la historia, sin embargo, ¿Cuál es nuestro compromiso con todo esto? Hoy tenemos una sociedad con grandes demonios: la corrupción, la inequidad, le egoísmo, la indiferencia… podríamos hacer un listado interminable; con todo esto, debemos hacer un alto y reconocernos como Iglesia, somos el cuerpo de esa madre que debe clamar por sus hijos que sufren, una madre que debe ser capaz de ponerse en camino por el Amor que siente por ellos, que debe dar voz a los que no tienen voz.
El mensaje del Evangelio, el mensaje del amor es universal, no es exclusivo para quienes pueden asistir a las eucaristías virtuales, para quienes pueden pagar un diezmo o sobrevivir a una pandemia sin salir a la calle; no podemos olvidarnos de los que son olvidados por los que promueven el mensaje falaz de una “economía sólida” o de las falsas promesas de “prosperidad”, no podemos olvidarnos de aquellos que son expulsados de sus territorios sin tener ni donde sentar cabeza, es la Iglesia como madre la llamada a conmoverse con el dolor, a anunciar y denunciar el amor a pesar de los políticos que se disfrazan de creyentes para ganar popularidad y luego gobiernan como paganos llevados por su ego y las leyes del mercado.
Hoy tenemos un demonio muy malo, pero también tenemos quien nos puede librar del mismo, el Señor está en medio de nosotros, nos hace falta reconocerlo, pedirle que actué y que nos ayude a nosotros mismo para actuar según sus mandatos.
Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020
- ¡Animo! Levántate, te llama
- ¡Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!
- ¡Oye con el alma y habla con el corazón!
- ¿hay salvación fuera de la Iglesia?
- ¿Primero la ley o la misericordia?
- ¿Puede el dinero injusto ser camino de salvación?
- ¿Qué sigue entonces?
- ¿Quién dice la gente que soy yo?
- ¿Quién dicen que soy yo?
- ¿Quién es Jesús?
- ¿Quieres dar tú vida?
- ¿Quieres sentarse a la derecha o izquierda de Jesús?
- “Perder es ganar un poco”
- A la manera de Dios
- Al final de la misión cotidiana, el Señor nos espera para descansar
- Amor sin medida… sin condiciones
- Apoyo Mutuo
- Buenas Noticias
- Como construir un reino
- Consagremos nuestros corazones a Jesús
- Contra los ídolos
- Domingo 19 de septiembre de 2021
- El juez injusto
- El mandamiento del amor
- El nombre como medio de construcción del Reino de Dios
- El Padre nos atrae, nosotros decidimos
- El Señor se sirve de nuestra poquedad
- El sentido de la vida en el degustar el Sagrado Banquete
- El siervo sin entrañas
- El silencio y la escucha como servicio a la Palabra de Dios
- El trabajo que ha labrado nuestra vida tiene como recompensa el Reino de Dios
- Eucaristía: Dios como alimento
- Evangelio según San Marcos 10, 17 – 30
- Fraternidad
- Hermanos, Jesús nos exige hoy dejarlo todo para seguirlo a él
- Homilía - Domingo 14 noviembre 2021
- Homilía - Domingo 7 noviembre 2021
- Homilía 3 de octubre de 2021
- Homilía Domingo 13 de Junio 2021
- Homilía Domingo XXIII del tiempo ordinario
- Homilía XXIX del Tiempo Ordinario
- Invitados a “comer”
- Jesús, maestro, ten compasión de nosotros
- Jesús, semilla del reino
- Jóvenes previsoras y descuidadas
- La competencia para la misión
- La corrección fraterna; ejemplo de misericordia
- La creación: Casa común
- La justicia de un padre amoroso y misericordioso
- La valentía que implica ser cristiano de verdad
- Las implicaciones de ser predicador
- Las palabras de Jesús son Espíritu y Vida
- Los más débiles: Víctimas y Pobres
- Maestro, ¿cuándo has venido a este lugar?
- María, Madre de Justicia
- María, Madre de la Alegría y la Fiesta
- María, Madre de la Esperanza
- María, Madre de la fe
- María, Madre de la Solidaridad
- María, Madre de Migrantes
- María, Madre de Misericordia
- María, Madre del Encuentro
- María, Madre Reina de los Colombianos
- Misericordia vs exclusión
- Misericordia y Compasión
- No los conozco ni sé dónde viven
- No solo bastan las palabras y las promesas, si no hay un obrar concreto en nuestra vida Cristiana
- NOVENA A FRAY DOMINGO DE GUZMÁN: Agudeza en los sentidos 20/20
- Novena a la Virgen de Chiquinquirá
- Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (Fiesta Coronación)
- Optar por salir de la barca
- Parábola de la fiesta de bodas
- Predicación Domingo XXXI del T.O.
- Quien se enaltece será humillado y quien se humilla será enaltecido
- Santa Rosa de Lima: mujer paciente, humilde y apostólica
- Ser Profetas Hoy
- Sinergia con el Mundo: Armonía del Carisma
- Solemnidad de Cristo Rey del Universo
- Solemnidad de la Santísima Trinidad
- Solemnidad de Santo Domingo de Guzmán
- Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo
- Tradiciones vacías vs Jesús
- Tras las huellas indelebles de la Trinidad
- TRINIDAD. Amor, entrega, vida…
- Un demonio muy malo
- Una brecha que nos condena
- Una ruta de acción cristiana
- Una virgen que muere de amor
- XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
- Yendo todos de camino