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Optar por salir de la barca

|  agosto 09 de 2020  |  POR: José Ángel Vidal Esquivia, O.P.   | 

En una tierra en guerra, había un rey que causaba espanto a sus enemigos ya que, a sus prisioneros, no los mataba, si no que los llevaba a una sala donde había un grupo de arqueros de un lado, y una inmensa puerta de hierro del otro, sobre la cual se veían grabadas figuras de calaveras cubiertas de sangre.

En esa sala, les hacía formar un círculo y les decía:

– Ustedes pueden elegir entre morir a flechazos por mis arqueros o pasar por aquella puerta. Detrás de esa puerta, Yo los estaré esperando.

Todos elegían ser muertos por los arqueros.

Al terminar la guerra, un soldado que por mucho tiempo había servido al rey, se dirigió al soberano y le dijo:

– Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?

– Dime, soldado.

– Señor, ¿qué hay detrás de esa puerta?

El rey contestó:

–  Ve, y mira tú mismo.

El soldado abrió temerosamente la puerta, y a medida que lo hacía, rayos de sol entraron y la luz invadió el ambiente. Finalmente, sorprendido, descubrió que la puerta se abría sobre un camino que conducía ¡a la libertad! El soldado, embelesado, miró a su Rey, quien le dijo:

– Yo les daba la oportunidad de elegir, pero por temor preferían morir que arriesgarse a abrir esa puerta.  

Al igual que el rey de esta historia, Jesús en el pasaje del Evangelio de Mateo nos invita, a elegir si quedarnos en la barca o salir de ella, claro está que, Jesús no es como el rey, en el sentido en que una de las opciones posibles para elegir sea una muerte cruenta y despiadada, pero en lo que la historia y este episodio de la vida de Jesús tiene mayor similitud, es en el hecho de decirle a quien debe elegir: Yo te estaré esperando.

Optar hace parte de lo cotidiano de la vida, elegimos la ropa que deseamos usar, las personas que nos deben gobernar, los alimentos que queremos consumir, pero más allá de lo material, y en algunos casos superfluo, el optar por algo o alguien ha de ser un proceso reflexivo y de consideración en torno a lo que es más benéfico para quien elige, y cómo la elección que se hace afecta a todos los que están a su alrededor.

Pedro y los demás apóstoles están en la barca, todos temen al ímpetu del viento y de las aguas, y para colmo de males, se les aparece “algo”. Al miedo por enfrentarse a la inclemencia de la naturaleza se le suma el miedo por la repentina aparición de una figura extraña que se les acerca, todo ello les hace exclamar “es un fantasma”. Pero Jesús considera su temor, y les dice “tranquilos, soy Yo” ¡Que alivio para aquellos hombres saber que el maestro estaba con ellos! Pero ¡qué impresión verlo llegar caminando sobre las aguas! Ver a Jesús desafiar las leyes de la naturaleza hace que sus discípulos pasen del miedo a la sospecha, y es justo esa conmoción la responsable de que Pedro opte por salir de la barca. En los momentos de incertidumbre, al igual que Pedro, todos nos movemos a decidir si quedarnos como estamos, o, bajo sospecha de sumergirnos, sacar un pie de la barca y comenzar a andar hacia Jesús.

En nuestras circunstancias actuales pensamos que elegir salir de la barca era lo más sensato en ese momento, y que todos los discípulos debieron hacerlo puesto que Jesús, el Hijo de Dios, les dijo ¡ánimo, los estoy esperando! Pero, así como las calaveras cubiertas de sangre les impedían a los prisioneros de la historia optar por la puerta que les daría la libertad, la turbulencia del mar y el espanto no permitía que estos discípulos se animaran. Por su parte Pedro se parece mucho al servidor del rey, vive temeroso, y solo después de que ha transcurrido el tiempo se atreve a hablar, a salir de la barca en búsqueda de Jesús, y pide: Déjame ir a ti; y el Señor le contesta: Ven, te espero. No creamos que al salir Pedro de la barca también salen de él sus miedos, ¡No! De su cabeza no sale la idea de su inminente hundimiento, en su corazón le pesa la imagen de morir ahogado, aunque Jesús está en frente de él, y logra por un momento caminar sobre las aguas, su opción por salir al encuentro del Señor se embota por la añoranza de la aparente seguridad de la barca, la otra opción, dejando de lado por un momento que Aquel que es verdadero camino de salvación está ante sí.    

Aventurarse hacia lo desconocido y aparentemente peligroso nunca será una opción atractiva al momento de escoger. Caminar sobre aguas que no involucren lo que está preconcebido, no solo en nuestras mentes sino también en nuestro corazón, nos llevará a elegir lo figuradamente más seguro, ya sea quedarnos en la barca como los otros discípulos o una muerte rápida como los soldados. Jesús hoy nos recuerda que es con-nosotros, que se hace presente en las realidades más profundas de la existencia humana, que “las calaveras sangrientas” son simples distracciones que el mundo mismo nos impone para intentar alejarnos de su amor, pero que Él anticipadamente nos ha dicho “Yo los estaré esperando”.

Esta fue la voz que animó a Domingo de Guzmán, a quien recordamos por estos días, cuando se aventuró a predicar en tierra de cátaros, su opción por la vida de aquellos hombres caídos en el error, pudo más que la muerte amenazante por parte de esos mismos hombres. Domingo sale de las cuatro o más paredes de la Catedral, para caminar sobres las aguas de la herejía con la esperanza de que Jesús lo llevaba de la mano, creyó en sus palabras Ven Domingo, no temáis.

En situaciones como las que nos atañen en estos momentos, optar por lo que pone en peligro nuestra integridad, nuestra vida, siempre será una decisión difícil, e incluso para muchos de nosotros no constituye una opción posible, pero en el caso de hombres y mujeres que dedican su vida al servicio de los enfermos, médicos, enfermeros, etc, aun con temor optan por servir, por ir en busca de Jesús en los indefensos, en los contagiados, en los abandonados por nosotros; con miedos y en muchas ocasiones sintiéndose ahogados, optan por cumplir su misión, su vocación. Jesús les toma de la mano y los levanta, les anima e invita a seguir remando en medio del mar que él puede amainar.

La historia del rey nos recuerda que Dios con-nosotros está presente en la cotidianidad de nuestras vidas, comprende que nuestros miedos nos limitan al momento de decidir salir de la barca a su encuentro, puesto que las vicisitudes y los obstáculos propios del mundo para con nuestra debilidad nos llevan a optar por lo aparentemente más seguro y más propio de nuestra fragilidad humana, pero Jesús se anticipa y nos dice, ánimo, no temais, yo estaré ahí, que las calaveras sangrientas no te cierren la posibilidad de alcanzar la libertad y la verdad, que soy Yo, Jesús, el Hijo de Dios.


La historia fue tomada de: https://www.psicoactiva.com/blog/cuentos-y-fabulas-para-reflexionar/
Imagen tomada de: http://stmaterne.blogspot.com/2007/07/marcher-sur-les-eaux-de-la-vie-9me.html


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020