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Misericordia y Compasión (7/9)

|  agosto 05 de 2020  |  POR: Fray Guillermo Villa, O.P. • Reflexión desde el Convento de Cristo Rey, Piedecuesta.| 

De la propuesta de retrato “anatómico-compasivo” del padre Santo Domingo me quedó la duda, de si ustedes al utilizar la metáfora del cuerpo se proponían ayudarnos a ver cómo la “misericordia se siente en el cuerpo, emociona, se agarra a las entrañas, agarra la totalidad del ser humano: el corazón.”. Tiene que ver con la posibilidad real de existir como ser humano: comer, beber, ponerse encima un trapo, ser tenido en cuenta, dolerle a alguien, ser tratado con dignidad (Mt.25);  importarle  tanto, como a un padre-maternal le importa el hijo disoluto, tanto que su retorno lo saca de cabales: “ha sido rescatado vivo”. Y, ¿qué los padres tienen entrañas?, solo hay que leerlo en el evangelio de Lc 15, 11-32. El “sol” sale para todos, de eso se encarga el Padre “desmesurado”: a este hay devolverle la libertad desperdiciada, la dignidad de hijo. 

Sobre lo que me proponen acerca de la misericordia enfocada desde el corazón de Santo Domingo solo tengo percepciones, no argumentos ni asuntos tratados con hondura, otros lo han hecho ya mucho mejor, solo hay que leerlos. 

En mi caso percibo que: 

  • Si Dios no fuera la misericordia entonces sería un ídolo: tendría ojos y no vería, garganta y no hablaría, corazón y no sentiría (Ex 3, 1-21; Mt, 4, 1-11). La experiencia de Dios-misericordia nos rescata de reducirlo a una ideología, a elucubraciones historicistas y a fórmulas prescriptivas. Su acontecer “misericordioso” puede transformar nuestra manera de pensar: ojos; así como los intereses egoístas para actuar: manos; y el sentido que guía la vida: pies (Mt, 18, 8-9). A fin de que siendo agraciados por la misericordia la acojamos mediándola para los otros y evitemos el escándalo de no reconocernos “vulnerables”: necesitados de justicia y compasión como todos los demás (Mt. 18, 23-35).  
  • Si la divinidad no fuera misericordia, entonces la encarnación no habría ocurrido, la “culpa y el pecado serían el centro de todo”, el mundo sería el destierro, la historia el valle de lágrimas, el cuerpo la cárcel y, todos estaríamos a punto de ser chivos expiatorios (Mt 9, 10-12; Am, 5, 21-24; Os, 2,21-22). Los fatalistas, moralistas, perfectos, píos y fanáticos serían más indispensables que los profetas, los testigos, los científicos y los compasivos de corazón, (Lc, 11, 37-48; Mt, 23, 13-32). 
  • Si Dios no fuera misericordia, entonces las religiones serían indispensables, los ritos obligatorios, las normas salvíficas, las dictaduras imprescindibles, la injusticia el camino para llegar a Dios, la exclusión del otro un deber higiénico, las bienaventuranzas otra ideología más y, el miedo el único camino para conocer al Padre, (Mt, 10, 26-33; Lc, 4 14-21; Mt, 11, 25-30; Jn, 14,1). Pero resulta que no es así: “He venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn, 10,10). 

Padre Domingo, enséñanos a “ver y a oír” como tú lo hiciste. Amén. 


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020