Skip to main content

El silencio y la escucha como servicio a la Palabra de Dios (4/9)

|  agosto 02 de 2020  |  POR: Fray Ferdinando Rodríguez, O.P. • Reflexión desde el Convento de San Alberto, Chapinero alto, Bogotá.| 

La figura de Domingo de Guzmán nos habla de una “persona disruptiva” en torno a la manera de comprender la fe y de situarla en la organización de la nueva comunidad de los predicadores. Es por ello que destacamos la dimensión del “silencio y la escucha” como elementos centrales en la experiencia de predicación que Domingo comprendió en la profundidad de una comunicación de la Buena Noticia a las personas de su tiempo. El contexto y los oyentes serán siempre el objeto de la contemplación de los frailes (una parte es silencio y escucha) para luego procurar a los hombres y mujeres de la historia específica las narraciones marcadas por la lógica de la Buena Noticia.

Establecer la memoria festiva de Domingo de Guzmán nos implica comprender que la vida de las personas no es sólo una crónica aséptica de acontecimientos, sino que es historia; dicha historia puede ser narrada mediante la elección de una clave interpretativa que sepa seleccionar y recoger los datos más importantes para la persona y su comunidad. En este sentido, para los frailes dominicos los lentes que nos permiten descifrar la realidad no pueden ser otros que los de la buena noticia. Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad, y dicha contemplación se realiza desde la escucha del “sufrimiento de las personas”, para desde el silencio discernir la acción comunicativa de Dios que luego será transformadora y renovadora. Ese es el servicio del silencio y la escucha en la experiencia de los frailes predicadores.

Domingo de Guzmán nos mostró a través de su vida que el Reino de Dios está ya entre nosotros, como una semilla oculta a una mirada superficial y cuyo crecimiento tiene lugar en el silencio. Por ello los hijos de Domingo la alimentamos leyendo de nuevo la Buena Nueva; y a través del “silencio” reeditamos ese Evangelio en la historia de las personas de hoy. Sin embargo es en la escucha que entramos en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles la Palabra que será transformadora de las personas y de sus realidades por la acción del Espíritu. Este desafío requiere profundidad, atención a la vida, sensibilidad espiritual, aspectos que se logran más fácilmente desde la escucha y el silencio. Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas. Todo ello lo podremos hacer desde esta bella dimensión de la Orden de Predicadores establecida por fray Domingo.

Domingo de Guzmán, nuestro Padre:

Te pedimos que nos permitas a tus hijos comprender las realidades de las personas de nuestra sociedad y los desafíos que ellos nos imponen. Concédenos capacidad de guardar silencio para escuchar los sufrimientos de los hombres y mujeres de nuestra historia humana actual. Enséñanos a mirar el mundo con ojos distintos para no pasar de largo en las “nuevas calles digitales” y aprender a acompañar a las personas que necesitan amar y ser amadas desde nuevas experiencias de afecto y ternura. Que seamos valientes y creativos para asumir el desafío grande y apasionante de comunicar la Buena Noticia a los hombres y mujeres del mundo contemporáneo. Amén.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020