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Sinergia con el Mundo: Armonía del Carisma (1/9)

|  julio 30 de 2020  |  POR: Fray José Gabriel Mesa Angulo, O.P. • Reflexión desde el Convento Santo Domingo de Guzmán, Rosales, Bogotá.| 

Los frailes Dominicos del Capítulo General de Vietnam han afirmado que la única forma de honrar adecuadamente la memoria de Fray Domingo de Guzmán será “la actualización creativa del proyecto fundacional de Santo Domingo”. En lo personal considero que esta no sea la única, sino la mejor forma de hacerlo. Conviene más hablar de “lo mejor”, que “de lo único”, al menos en lo que refiere a nuestra espiritualidad, no sea que tomemos por “única” la actualización del proyecto de Santo Domingo y no del Evangelio de Cristo, en quien todo se renueva: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Si bien no debe haber contradicción entre lo uno y lo otro, resulta fundamental que la familia Dominicana deba tener como horizonte ante todo a Cristo Resucitado; así será más claro descubrir día a día a Nuestro Padre Domingo como el modelo a seguir, el más inspirador para seguir a Él, para entregarnos a Él, para amarle a Él y a dar la vida por Él. Nuestra Orden está al servicio de la Iglesia y esto no es sólo un asunto de proyecto y actualización creativa, sino también de revisión y evaluación permanente sobre si cada uno de nosotros y por supuesto nuestra Orden servimos realmente a la Iglesia y a la humanidad como la Iglesia y la humanidad lo esperaría de nosotros, o si la vivencia del carisma se nos ha quedado simplemente en una salvaguarda de formas, leyes y tradiciones que quizás le signifiquen al mundo mucho menos que lo que nos puedan significar a nosotros.

Hay cosas por cambiar, cosas por mejorar y una esencial es nuestra conexión personal y comunitaria con el Evangelio mismo. No hay cómo entender a Santo Domingo sólo desde su proyecto fundacional, sino desde la Iglesia y el mundo: el de ayer y el de hoy. Es ahí donde tenemos un deber esencial de construir sinergias entre lo que somos y hacemos dentro del convento y lo que nos debe ocupar ahí donde somos enviados, entendiendo por “envío”, no sólo la asignación a un convento o casa, sino nuestra aceptación para ponernos al servicio del Pueblo de Dios que conecta con esa misión y con las realidades del lugar donde se inserta un convento. Es el envío a la misión lo que le da sentido al envío al convento. Si alguien me preguntara si es posible definir el carisma de los Dominicos con una palabra diferente a “predicación”, mi palabra sería “¡Armonía!”. Lo dice claramente el número IV de la Constitución Fundamental: armonía y equilibrio van de la mano para actualizar de manera creativa el proyecto fundacional de Santo Domingo. Lo único que no debe tener mesura en nuestra vida es el amor (Cfr. Mt 5, 38-42) y eso sólo es posible cuando Cristo es la meta, cuando Él está en el horizonte, cuando Él es descubierto en el rostro de cada ser humano, especialmente de aquellos en quienes la felicidad y el bien se encuentren más desdibujados por el dolor y el sufrimiento. La espiritualidad dominicana nos enfoca hacia una mirada abierta al mundo donde somos enviados a amar.

Padre Santo Domingo, acompáñanos a reconocerte como seguidor de Cristo en estos días de novena, mientras reflexionamos con María sobre temas fascinantes: buenas noticias, apoyo mutuo, silencio y escucha, fraternidad; los más débiles, las víctimas y los pobres; misericordia y compasión, la casa común y el sentido de la vida. Que tu mirada contemplativa nos inspire para descubrir en el ser humano el rostro de Cristo… ¡el único y perfecto gran predicador de la Verdad! Amén.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020