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Jesús, semilla del reino

|  julio 12 de 2020  |  POR: Fray Andrés Viaña, O.P. | 

Mateo 13,1-9

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: "Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga."


El Evangelio habla de las semillas, de la lluvia que las riega y de la libertad que les permite dar fruto; estos temas, en medio de este confinamiento, pueden ser extraños o lejanos, pero valen la pena para quien quiere aprender algo que beneficie la vida. Cuando, el ser humano presta oído a Dios, revelado en Jesús, supera con facilidad el egoísmo, los sometimientos, los vicios y así logra ser verdadero cristiano. Es necesario indicar que la autonomía del hombre no siempre está dirigida por esta actitud de escucha, de ahí que exista la ambición, el fracaso, la injusticia y la tristeza que nos impiden apreciar el deseo, el proyecto y el querer para el cual hemos sido creados. Aun así, el Señor no es imposición, siempre deja la última palabra a nuestra libertad. 

La parábola explicada a los discípulos se entiende de la siguiente forma: la semi­lla es Jesús y los distintos terrenos son los seres humanos; la cuestión inicial está en que no se profundiza la Palabra cuando no toca la interioridad (la simiente que cae en el camino); otros evitan cuidar lo que han entendido de la Palabra porque no ha llegado hasta el fondo del espíritu (la que cae en terreno pedregoso); algunos pretenden escuchar al mismo tiempo a Dios y a terceros que buscan sus propios intereses, yéndose tras los seductores de turno y haciéndose estériles (lo sembrado entre zarzas) y, por último, existe el espacio humilde, que acoge con sencillez, escucha y vive según lo plantado en su corazón y así se capacita para construir comunidad.

Dios siembra en el hombre para que dé frutos como la alegría, la justicia, la misericordia, la paz y el perdón. Todas estas obras son las que hoy se necesitan, y en ellas es donde las acciones de Jesús son eficaces en la historia. En el transcurso de esta pandemia Él llama al ser humano a renovarse mediante la fraternidad, de modo que sea tierra mojada y fertilizada por la Palabra y se caracterice por sus actos de amor solidario, de libertad que efectúa obrar el bien y de equidad responsable. Basta con tener corazón con el cual acoger, manos que admiten compartir, oídos para escuchar y así superar esta situación guiados por el Evangelio.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020