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María, Madre Reina de los Colombianos (9/9)

|  julio 08 de 2020  |  POR: Fray Pedro José DÍAZ CAMACHO, O.P., del Convento de San José, Chapinero, Bogotá. | 

La fiesta de la Reina y patrona de Colombia, la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, nos invita a recordar que el conocimiento y la devoción a la Madre de Dios llegó a las tierras colombianas con el Evangelio y la fe cristiana, y que ella, como buena discípula de su Hijo, ha sido la maestra de la fe de nuestro pueblo y la garante de su perseverante  religiosidad católica. A ella ha acudido constantemente nuestro pueblo orante invocándola para que se muestre como ‘Madre’, “vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos”, mostrándonos a su Hijo y la forma de hacernos sus fieles discípulos mensajeros. La alabamos como Reina y Patrona de Colombia y la invocamos como Madre de misericordia, “vida, dulzura y esperanza nuestra”, para que los valores de Libertad y Orden expuestos en el escudo nacional y los colores de la bandera patria, así como para que  el Estado y la Iglesia estén al cuidado de su protección maternal, lo cual parece representado por el maestro Fernando Botero con la pintura de Nuestra Señora de Colombia, la Reina de los colombianos.

En efecto, el mapa de Colombia está lleno de santuarios en honor de la Madre y Reina de los colombianos, en los cuales se expresan las distintas advocaciones y devociones del pueblo católico a la Reina del cielo y Madre de Colombia. Esa presencia múltiple y diversa de la iconografía mariana nos habla de las diversas maneras de percibir su maternal protección y de expresar nuestra devoción, como signo de la ternura de Dios y la arraigada fe del pueblo colombiano. Esta presencia constante de María en la historia y la geografía patria, debería ser un motivo no sólo de alegría y gratitud, sino también un llamado a ser, como ella, verdaderos discípulos de su Hijo por la escucha de su palabra y la obediencia al mandamiento del amor.

Reconocer y proclamar  a María como Madre Reina de los colombianos es un motivo de confianza y alegría al sabernos protegidos y acompañados de su ternura maternal, pero también debemos escuchar su palabra como lo dijo en las bodas en Caná de Galilea: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5); puesto la obediencia a su palabra generará un cambio fundamental en nuestras vidas, como la transformación del agua en vino, y será motivo de alegría y fiesta, que nos ayude a superar nuestro negativismo, indiferencia y conformismo, así como la rutina infructuosa de nuestra piedad sin compromiso solidario y fraterno.

La devoción mariana ha de ser un camino y un signo del seguimiento de su Hijo que genere un propósito de comprometernos con la justicia y la paz verdaderas. Escuchándola a ella y obedeciendo las palabras de su Hijo, tendremos nuevos motivos para celebrar con alegría y confianza la fiesta de un nuevo aniversario de la coronación de su venerada imagen y de su proclamación como Patrona y Reina de Colombia.

Hoy la invocamos confiadamente, como lo hizo san Juan Pablo II, cuando visitó su santuario en 1986:

Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos acogemos y a tu inspiración nos encomendamos. Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe, en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz entre los hijos de esta tierra bendita.  Reina de Colombia por siempre serás. Amén.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020