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María, Madre de Migrantes (6/9)

|  julio 05 de 2020  |  POR: Fray Wilmar Yesid RUIZ CORTÉS, O.P., de la Casa Nuestra Señora de la Tablita, Campo Dos, Norte de Santander. | 

Mateo 2, 13-15 nos presenta a Jesús, José y María por el camino desolador del destierro, en busca de refugio en Egipto. María y su familia experimentan la situación dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la incertidumbre y las incomodidades. Y tristemente, debemos reconocer, aún hoy millones de personas viven esa lamentable realidad sufrida por la Sagrada Familia. Esta reflexión es escrita desde la frontera Colombo-Venezolana, un lugar que experimenta la trágica y penosa situación de muchos hermanos venezolanos, quienes migraron a nuestro país buscando salvar sus vidas, y a pesar de ello el sueño se les ha convertido en pesadilla pues en estas tierras ellos siguen padeciendo el desplazamiento forzoso por causa de la violencia armada y económica. Este lugar es Campo Dos, un corregimiento de Tibú (Norte de Santander), portadora de la única parroquia mariana de toda la diócesis.

Ahora bien, en una mirada detallada vemos que el verbo ἀναχωρέω (anajoréo) traducido como retirarse, aparece varias veces en el evangelio de Mateo como respuesta a la hostilidad y la persecución, buscando otro lugar para vivir. Aparece en 2, 12-13, para indicar el regreso de los Magos a su país y así huir de Herodes; en 2,22-25, para narrar otra migración de la Sagrada Familia a Galilea huyendo esta vez de Arquelao (hijo de Herodes); en 4,12-16, para contar el retiro de Jesús a Galilea al enterarse de que habían apresado a Juan el bautista; en 12,15-21, cuando Jesús, al tener noticia de que los fariseos se confabularon contra él para eliminarlo, huye de aquel lugar; en 14,13, al relatar que Jesús se retira, cuando sabe que han matado a Juan el bautista y, en este episodio en cuestión donde María, con José y el niño, se retira a Egipto porque Herodes quiere matar a Jesús.

Es curioso que, para referirse a la migración, el evangelio de Mateo, no utilice el verbo φεύγω (feugó) que significa huir, tal vez más acorde; sino el verbo ἀναχωρέω (anajoréo)-retirarse. Se observa que, frente a la agresión del poder imperial o religioso, cuyo objetivo es matar, sigue una retirada. Es precisamente lo que hacen María y José, cuando ven la vida de su Hijo amenazada: retirarse a Egipto. Retirarse en la teología de Mateo es oponerse a colaborar con el mundo de la opresión impuesto por las tiranías, participando en él según sus reglas. Es crear un espacio distinto para el Reinado de Dios, donde prevalece la vida, el techo, el alimento, y la esperanza de volver, porque retirarse es confiar en la posibilidad del regreso a casa y a la tierra, huir es dar la victoria al opresor.

Esto indica que la migración de María y su familia, no es solo un acto para garantizar la seguridad de la vida, es en sí misma una protesta al sistema económico, político y social que produce esta desgracia. Es decir, cada refugiado, cada migrante, cada venezolano deambulando en nuestras calles, en busca de una mejor vida, es una bofetada al sistema capitalista que se disfraza como la gran salvación y además como el único posible. Ante esto es necesario reconocer que la tierra es un bien común, es de todos y de nadie en concreto.

Pero cuidado, cada migrante, cada venezolano pidiendo ayuda es también una protesta, una espada de dos filos que cercena nuestra alma egoísta e indiferente y que pide a gritos nuestra hospitalidad y acogida. Cuando el rostro de un refugiado nos mira suplicando algo de comer, es deber de todos ofrecer amparo y compasión, como signo de pertenencia común a la Tierra, y de que todos tenemos derecho a ser acogidos sin distinción alguna. Por ello, mientras por estos días fijamos la mirada en la Virgen (Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá), en el momento en que se ve obligada a huir junto a su Familia, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación, y activemos nuestra compasión en gestos concretos de ayuda y acogida hacia ellos.

¡Oh Madre de Chiquinquirá, ayuda a los colombianos a desarrollar los «anticuerpos» contra algunos virus de nuestros tiempos:

la indiferencia, que dice: «eso no es conmigo»,

la mala educación cívica que desprecia el bien común,

el miedo al diferente y al extranjero;

el conformismo disfrazado de transgresión,

la hipocresía de acusar a los otros mientras se hacen las mismas cosas;

la resignación a la degradación ambiental y ética;

la explotación de tantos hombres y mujeres.

Ayúdanos a rechazar estos y otros virus con los anticuerpos que provienen del Evangelio. Haz que tomemos la buena costumbre de leer todos los días un pasaje del Evangelio y, siguiendo tu ejemplo, custodiemos la Palabra en el corazón, para que como buena semilla de frutos en nuestras vidas ¡Gracias, oh Madre, porque siempre nos escuchas! Bendice a al pueblo colombiano y al mundo entero. Amén.

Adaptación de la oración del santo padre Francisco en el acto de veneración a la Inmaculada en la Plaza de España de Roma,8 de diciembre de 2017.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020