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Contra los ídolos

|  junio 21 de 2020  |  POR:  Fray Jhonny Ochoa, O.P. | 

Mateo 10,26-33

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas. No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo. ¿No es verdad que se venden dos gorriones por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo. A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos”.


Para comprender la enseñanza del Evangelio es necesario advertir cuáles son las características del miedo y a cuál de ellas se refiere. Por un lado, es una conducta esencialmente instintiva y una forma de supervivencia; por otro, es un medio para el dominio, utilizado como uno de los lenguajes más indiscutibles de la guerra y la corrupción; un instrumento influenciado y monopolizado por el mal manejo del poder; un modo de engaño y un arma aterradora que esclaviza al pueblo. El mensaje se dirige en contra del miedo, a modo de artefacto, cuyo objetivo es dañar la dignidad humana. Son evidentes tres herramientas claras y necesarias en pro de alimentar el valor: la verdad, la vida y el estar de parte de Dios en Jesús.

Pero, ¿cuál es la verdad de Jesús? Sencillamente, es la justicia de Dios, que no es corruptible, no se daña con la ambición humana, ni se deja influenciar por la búsqueda del poder y del dinero o por las amenazas. Es aquella que va en contra de las armas, las bombas, la guerra, las motocierras, todo tipo de violencia y técnicas de combate, sean de parte del Estado o de sus enemigos. La vida de la que habla Jesús se sitúa trascendente en la medida en que se da y solo existe para servir, dignificar y entregarse. Esta misma condición es la que motivó a san Oscar Arnulfo Romero a donarse y ser martirizado sin ningún miedo, sabiendo que la vida da vida y que el amor entregado destruye el temor a morir.

Estar con Dios es eliminar los ídolos que hemos creado de Él, tales como el dios del consumo que socorre solo cosas materiales; el dios de la guerra que favorece a unos y odia a otros; el dios homofóbico, cuya voluntad es el rencor, en contra de quienes no se consideran dentro de los parámetros de identidad sexual establecidos; el dios racista que ama a los de un color de piel y no a los de otro; el dios de los ricos que pretende la prosperidad de unos y la pobreza absoluta de los restantes; el dios de los pseudo-santos que desprecia a los pecadores y solamente se crucifica para los obsesionados con la ideología que han diseñado a partir del cristianismo; el dios supersticioso que se vale de rituales esotéricos, utensilios como, aceites, agua, velas y demás elementos combinados con creencias, fruto de la credulidad y la ignorancia; el dios de la xenofobia que no ama a los de determinada nación y únicamente quiere a los compatriotas; entre otros. Cuando, se erradican estos ídolos se desvanece el miedo y se descubre que cada ser, por distinto que sea, es hijo de Dios, y solo así se está de su parte.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020