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Amor sin medida… sin condiciones

|  junio 07 de 2020  | POR: Fray Andrés Viaña, O.P. | 

Juan 3,16-18

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.


Jesús a través de sus palabras, acciones y estilo de vida, nos ha revelado al Padre; su presencia novedosa, por medio de su Espíritu, sigue alentando en nuestros corazones el mismo fuego que nos deja su existencia. En medio de este confinamiento, las obras de Jesús, hoy y siempre, quieren alentarnos en la esperanza, fortalecernos en medio de la angustia y devolvernos el horizonte de vida, centrado en el amor.

En este domingo, al celebrar el misterio de la Trinidad, lo más importante es redescubrir que Dios es amor; no es cuestión de entrar en discusiones teológicas, se trata de que este mensaje nos llegue de manera clara y concisa. Padre, Hijo y Espíritu Santo son relación de amor que se vuelve hacia nosotros: en Jesús se revela el Padre porque se entregó a sí mismo, se dio totalmente por nosotros, sin medida y sin condiciones, y es el Espíritu quien nos ayuda a reconocerlo con nuestra mente y corazón. ¿Cómo es posible que aún haya gente pensando que Dios nos persigue para castigarnos, ponernos dificultades, piedras en el camino e incluso condenarnos?

Si aún pensamos así, es porque no hemos entendido que Dios es amor. De ahí que, en muchas ocasiones, nuestra historia humana se haya asemejado a cualquier cosa menos a Jesús. Y demasiadas veces, nuestros quehaceres y preocupaciones, desdibujan o incluso malogran la marca que nuestro Creador plasmó en nosotros: la caridad. Por eso, necesitamos volver a mirarnos en el Espíritu.

Este pasaje del Evangelio nos permite reconocer los rasgos de Dios, al cual, debemos asemejarnos: es amor personal porque te ama de manera única; es amor total pues no se mide y no pone condiciones; es dar sin medida; es amor sacrificado que se entrega completamente a ti, te espera y te enseña a darte; es amor universal, no tiene barreras, es inclusivo no excluyente; es amor preferencial, se inclina hacia ti y hace comunidad contigo para levantarte.

Es tiempo de volver nuestros ojos al otro y reconocer que Dios está ahí, siempre deseoso de darnos una mano, ayudarnos, estar a nuestro lado, acogernos y enseñarnos a perdonar. Amarle a Él es amarnos los unos a los otros, y hacer su voluntad es construir nuestra felicidad.


Reflexiones del Tiempo Ordinario 2020