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Caperucita NEGRA

|  noviembre 24 DE 2019 • FRAY RODRIGO RIVERO GUTIERREZ, O. P.  |

Había una vez una dulce niña que tenía a su abuelita enferma, razón por la cual salió de su casa y se puso en marcha pacífica para visitarle. Atravesó el bosque sin problema alguno y justo antes de entrar en la casa de la abuela se encontró con el lobo, quien se puso a provocarla e intimidarla, allí cambió todo. La niña, que hasta entonces lucía inofensiva y tierna, una vez se caló la caperuza ‘negra’ que ocultaba su rostro, espantó al lobo a punta de piedra, y no contenta con eso, Caperucita negra también se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un solo bocado. Así, la que se creía una vulnerable niña se convirtió en una fiera salvaje tan peligrosa como cualquiera que se encuentre en todo el reino, al calarse la caperuza, al taparse la cara. La moraleja es que “en las buenas conocemos máscaras, en las malas descubrimos rostros”.

En este corto cuento está sintetizado lo que está pasando con los ENCAPUCHADOS que infiltraron las marchas pacíficas del Paro Nacional Colombiano del 21 de noviembre. Si la ‘abuelita enferma’ representa el frágil proceso de paz, la achacosa realidad educativa, el destemplado sistema de salud, el indispuesto estado colombiano entre otros; y el ‘lobo’ es el escuadrón móvil antidisturbios (EsMAd); esta malvada ‘caperucita negra’ se encuentra proyectada en todos aquellos ciudadanos que detrás de una capucha se transforman en una enfermedad más crónica que la que ya adolece el país. Estos encapuchados al espantar al EsMAd con improperios y golpes se abalanzan sobre las estaciones de transporte masivo, los edificios de la nación, los puntos de comercio y hasta los conjuntos residenciales para saquearlos y vandalizarlos. Caperucita negra muerde a la abuelita creyendo que con esto la ayuda a levantar de la cama, sin darse cuenta que así no es, que por esas vías de hecho la “cura es peor que la enfermedad”.

Así no, Colombia, así no. Que Dios todopoderoso toque los corazones de todos los ciudadanos y mueva nuestras voluntades para que tanto en las buenas como en las malas mostremos un rostro bueno, el rostro de Jesús de Nazaret.