En muchas ocasiones, se siente la presión de ser evaluado, ya sea en el trabajo, en los estudios o en la casa de formación. Esto implica que hay alguien con la autoridad para evaluar, y efectivamente, así es en los ámbitos mencionados. En otras palabras, hay un superior con la potestad de señalar cuando algo no se está haciendo correctamente y puede tomar la decisión de sancionar si es necesario. Sin embargo, sería extraño que, entre iguales, amigos o conocidos, se sintiera esa misma presión de ser evaluado, con uno exigiendo cuentas al otro como si fuera un superior. Si eso sucede, indica que la relación no es sana, ya que uno se cree con derecho a exigir al otro, considerándose superior.
En el evangelio de este domingo ocurre algo similar con unas personas que buscan a Jesús. El pasaje dice: “En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»”. Esa pregunta, "¿cuándo has venido aquí?", refleja la exigencia de quien se cree con derecho a manejar el tiempo del otro o a reclamar por qué se fue sin avisar, como si Jesús estuviera obligado a permanecer en un lugar.
La respuesta de Jesús a quienes lo buscaban es un poco ruda: “Jesús les contestó: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros»”. Con esta respuesta, Jesús revela las verdaderas intenciones de la gente que lo busca; están siguiéndolo solo para satisfacer sus necesidades inmediatas. En este sentido, podríamos preguntarnos: ¿acaso Dios no está para satisfacer nuestras necesidades? La respuesta puede estar implícita en este mismo Evangelio: “Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios”. En otras palabras, Dios no es un Dios bombero que acude solo para apagar fuegos y luego es olvidado.
Muchas veces, buscamos a Jesús solo por una necesidad inmediata, no por la verdadera salvación que ofrece. Jesús nos llama a buscar el alimento que perdura para la vida eterna, a centrarnos en lo que verdaderamente importa y no en satisfacer necesidades superficiales. Este llamado es una invitación a profundizar y fortalecer nuestra relación con Dios, a construir una fe auténtica que vaya más allá de nuestras urgencias temporales y se enfoque en la salvación eterna.