Homilía 9 de mayo de 2021
| mayo 09 de 2021 |
Hermanos:
Nuestro país actualmente está atravesando por una crisis socio-económica aguda, catalogada por algunos expertos como una de las más graves de la historia reciente del país. La Reforma Tributaria que el gobierno nacional radicó en el congreso, el cual pretendía solventar el hueco fiscal de la nación a expensas, principalmente, de los recursos de la clase media y baja, fue retirada por la presión del pueblo, pero esto solo fue el florero de Llorente que necesitaban los colombianos para manifestar públicamente la desazón por múltiples situaciones mal manejadas. A saber, la pandemia y el plan de vacunación, el asesinato de líderes sociales, el precario sistema de salud, el sistema de pensiones, la falta de oportunidades educativas y laborales, la poca competitividad del campo colombiano frente a los productos que se importan, son solo algunas de las causas del porqué los nacionales están en las calles.
Como dominicos de Colombia no hemos sido sordos a la realidad, hemos salido a marchar y a unir nuestra voz a la del pueblo, porque somos también pueblo y nos duele como hijos de las clases sociales más vulnerables. No obstante, nuestra marcha ha sido distinta. Si bien hemos gritado algunas arengas denigrantes movidos más por la euforia del momento que por una convicción propia, el centro de nuestra voz ha sido el evangelio, es decir, un clamor por la justicia, pero acompañados del amor y la paz. No salimos de ropa informal, sino de hábito con el carácter profético de cristianos, para que el pueblo mismo supiera quienes éramos. No salimos con pancartas hirientes y generadoras de más violencia sino con frases de vida porque provienen del Evangelio mismo o porque surgieron en él.
Nuestra marcha ha sido distinta, no porque seamos mejores que los demás, pues tenemos mucho que corregir, sino porque somos cristianos y sabemos claramente el norte del mensaje que predicamos, que es la fuente de solución de todo conflicto: el AMOR. Una palabra sublime, pero a su vez abstracta porque carece de existencia concreta palpable en la realidad, más cobra vida en la vida misma de nosotros los humanos. Somos quienes la hacemos realidad, la visibilizamos y permitimos que nunca sea olvidada.
La seguridad en el amor como camino de resolución de conflictos reside en Jesús, pues fue quien nos la ha legado como síntesis de su mensaje, como la máxima expresión de humanidad. Con Él aprendemos a ser verdaderos ciudadanos comprometidos con la sociedad y alejados de toda hipocresía. A actuar ante la injusticia no señalando y destruyendo a las personas sino indicando el mal mismo, y siempre con la puerta abierta a la esperanza, porque donde está Cristo hay salida a cualquier dificultad.
El Señor en el evangelio nos invita a permanecer en su amor; un amor sincero, desinteresado, amante del bien, en el que el hombre desarrolla todo su potencial como ser humano y en el que puede dar un testimonio eficaz del Reino de Dios presente en la actualidad, para así derrumbar toda concepción externa sobre cristianismo como constructo manipulador de las masas. En la medida en que nos unamos a Cristo nuestro pensar, sentir y actuar será fructífero para el yo como persona, pero también para la sociedad que siempre guarda en su memoria aquellos que hacen el bien.
Como humanos nos convence más el hecho que la palabra, por eso, el hecho mismo de la donación de Cristo en la cruz es la prueba que sus palabras son verdad y como tal debemos asumirlas en nuestro interior. Jesús es amor y debe ser dado a conocer, por tanto, nos corresponde ser creativos a la hora de encarnarlo en las múltiples formas en que puede ser expresado, para así dar testimonio de Cristo en la tierra, en un momento complejo en el que el país necesita de aire fresco para salir de la situación adversa en la que se encuentra. Quiero recordar, por último, que el verdadero amor no es un don que logramos por nuestras propias fuerzas sino una gracia que Jesús nos da, por ende, es necesario insistir en la oración de petición, pero también hallar su más pura expresión en el evangelio mismo.
A la Santísima Virgen María le pedimos que interceda ante su Hijo para aumente esta insigne gracia en nuestros corazones y ser reflejo del amor con que nos ama. Amén.
Fray José Fabián Rodríguez, O.P.
- Ingeniero mecánico
- Cursa primer semestre de la licenciatura en filosofía y letras de la Universidad Santo Tomás.
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