Queridos hermanos, el Evangelio de este domingo, el IV domingo del tiempo pascual, nos muestra, a partir de analogías, una interesante relación entre: el pastor y el asalariado; entre las ovejas y quien las cuida; y entre dar la vida voluntariamente y quitarla. Es un texto Evangélico que nos muestra categorías de santidad y seguimiento para nosotros como cristianos, un texto evangélico que nos invita a reflexionar sobre nuestro actuar y la forma en la cual respondemos a Dios tanto amor que recibimos.
En primera instancia, es clara la intención del Evangelista Juan en apropiar a Jesús con las palabras “Yo soy”. Es la utilización del pronombre personal con categoría de pertenencia quien marca la diferencia en el discurso. Afirmar “yo soy” elimina toda ambigüedad y da todo el verdadero valor a quien realiza la acción. Continua el discurso diciendo “el buen pastor” Es Jesús quien toma el poderío recibido de su Padre y nos guía a nosotros, sus ovejas, por el camino que debemos seguir. Es Él el buen pastor, el que ama a su rebaño, el que da todo por cada uno de nosotros sin escatimar en gastos y tiempo. Afirmar “yo soy” llena a Jesús de toda la responsabilidad y le da la potestad sobre el rebaño.
Ahora bien, en contraposición encontramos el asalariado. En principio es el asalariado quien debería velar por la integridad y salud de las ovejas; pues para este oficio es contratado, sin embargo, es claro entender que el asalariado no tendrá el mismo sentido de pertenencia que el pastor; pues éste solo ve un servicio a prestar, mientras que el pastor ve la totalidad y el valor de cada uno de los miembros del rebaño. Acercarse a Dios es acercarse al Pastor no al asalariado, pues en el proceso de comprender el amor de Dios entendemos que Él no busca ningún beneficio personal o particular, sino que busca un bien para nosotros, un beneficio en consideración con nuestra vida.
Nosotros como rebaño en muchas ocasiones olvidamos quién es el verdadero Pastor, nos desviamos del camino y seguimos al asalariado. Estamos tan acostumbrados al descuido y al abandono que preferimos seguir doctrinas que nos lleven al engaño y al dolor; preferimos quedarnos con palabras viciadas de odio y rencor olvidando verdaderamente el mensaje del Pastor supremo, olvidando que Él no tiene límite para amarnos que Él va mucho más allá de lo que ven los demás.
Hermanos, estamos llamados, en principio, a seguir al pastor no al asalariado, y la pregunta es ¿a quién sigue tu corazón hoy? ¿Estás con el Pastor o con el asalariado? El mundo en el que nos encontramos nos puede ofrecer toda la comodidad para vivir sin preocupaciones y afanes, pero ¿estará ahí cuando el lobo llegue a atacar? Es tiempo de reflexionar por aquello que compone nuestra fe, por aquello que nos mueve, por aquello que realmente tiene validez. No somos esclavos de una sociedad enferma, sino libres capaces del reino de Dios.