¡Aleluya! ha resucitado nuestro salvador
| abril 04 de 2021 |
Esto es lo que significa pascua: paso. Para los judíos es el tránsito de la esclavitud a la libertad cuando cruzaron el mar Rojo con Moisés y se liberaron de las cadenas egipcias. Para los cristianos es la fiesta más importante y es el paso de la muerte a la vida eterna cuando Jesús resucitó liberándonos de la esclavitud del pecado. Sabemos que con el bautismo morimos con Jesús y tenemos la esperanza de resucitar con él. Por eso, después de cuarenta días de preparación podemos decir con alegría que Dios es el Señor de vivos y ha vencido a la muerte. En este sentido, no podemos quedarnos en la tristeza y desolación de los días de dolor; por el contrario, debemos levantar la cabeza y reconocer que hay un Dios que todo lo puede y que ha resucitado a su Hijo.
Jesús les decía a las mujeres de Jerusalén: “no lloren”. Y lo decía porque nunca hubo mayor victoria que irse de este mundo como hombre libre. Si, Jesús rompió el velo de la muerte, infranqueable para nosotros, con su resurrección y se dirigió a la morada eterna junto al Padre y al hacerlo nos dejó la senda para que sigamos tras él. Jesús es el camino verdadero que nos lleva a la vida. Camino que inicia aquí en la tierra, pero que trasciende y finaliza en los brazos del Padre. Empezamos a recorrerlo cuando con nuestras acciones demostramos que aprendimos del Maestro. Por tal motivo, durante la cuaresma hicimos una pausa y atendimos nuestro corazón para saber si íbamos por el camino indicado y si no era así retomar la senda que Jesús nos dejó.
Jesús, su vida misma es un hito que trasforma y le da sentido a la historia y a nuestras vidas. En el evangelio que acabamos de escuchar, se muestra una realidad única en la historia, la resurrección. María Magdalena es la primera testigo de esa experiencia sobre natural, aunque en el momento no entendiera el sentido de lo que estaba pasando. Lo que le sucede a la Magdalena y posteriormente a los apóstoles nos enseña que la resurrección no puede experimentarse con la misma sorpresa con que recibimos una noticia cualquiera, debido a que esta solo se admite con la fe y es necesario reflexionar sobre ella.
La resurrección de Jesús es punto clave y fundamental en nuestra vida. Ella nos deja ver que todo lo que hacemos por los demás: el amor al prójimo y al enemigo, el desgastarse por el otro, el perdonar 70 veces 7, la lucha por la justicia y la paz, levantarse a una hora determinada para ir a trabajar, educar a los hijos, ser honestos, ser buenos, ser cristianos tiene sentido y un valor enorme. Primero, porque se deja en la sociedad unos valores humanos que permiten seguir creciendo en la equidad y la justicia y, segundo, porque nos acerca al Padre. Con esto nos damos cuenta de que la muerte no tiene la última palabra, pues nuestra vida tendría como centro el reconocimiento del camino que nos lleva a la vida eterna.
Los santos nos dan ejemplo de conocer el sentido de la resurrección ya que no se cansaron de hacer el bien ni de entregarse generosamente por los demás y por amor a Jesús, más no por egoísmo con ellos mismos o para ser reconocidos. Lo hacen con el sentido de ayudar al necesitado y dejar un mundo mejor a sabiendas de que al final de su existencia habrán ganado la corona que no se marchita. Ese amor y futura gloria movió a santa Teresa de Calcuta a dedicarse a los más pobres entre los pobres, a Monseñor Oscar Romero a predicar y encontrar la muerte por la libertad y la justicia de su pueblo oprimido por el mismo estado, a Madre Laura a internarse en las selvas para llevar el evangelio a los indios, a san Maximiliano María kolbe a canjearse y dar la vida para que un padre de familia viviera, etc. Todos estos santos dejaron una semilla de entrega en la tierra que germinó con muchos bienes para el resto de la humanidad y tenemos la certeza que gozan de la presencia del padre. Lo mismo hicieron y hacen tantas personas generosas desde la sencillez y el anonimato, en lugares como el campo o la ciudad como nuestras abuelas, tías, madres y padres.
La resurrección nos debe dar ánimo para continuar trabajando por un presente y un futuro mejor, para seguir trabajando con alegría porque nuestras acciones tienen un propósito y es construir en reino de Dios aquí en la tierra y posteriormente gozar de la gloria del Padre en la eternidad.
Fray Andres Eduardo Coronado Villalba, O.P.
- Cursa tercer semestre del Bienio Filosófico en la Universidad Santo Tomás.
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