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PULMÓN de la Felicidad: Un sueño Cultural (5/9)

|  mayo 26 de 2020  | Por: Fray Hernán Arciniegas, O.P. | 

Estando en el Amazonas le pregunté a un joven nativo acerca del escuchar con el corazón. Él me hizo una expresión de extrañeza y me preguntó a qué me refería. Le expliqué que tiempo atrás una hermana laurita, proveniente del Amazonas, me había enseñado esa expresión y que, desde entonces, me dejó intrigado acerca de cómo era posible aquello de escuchar el viento, el río, los truenos y la naturaleza hablar. El joven admitió desconocer la expresión, pero no el significado. Así que de inmediato me refirió su experiencia:

En una de las incursiones hacia la selva dentro, caminatas de al menos 15 días, experimentó algo peculiar. Estando ya en una de las imponentes ramas de uno de los árboles, preparándose para recibir la noche y descansar, mientras el viento soplaba con una fuerza arrulladora, aún despierto percibió una sincronía única, como nunca: el viento, los animales y la selva se movían a la marcha del latido de su corazón. Ahí, decía él, experimentó que su corazón movía su entorno y que en realidad había una estrecha relación de unidad entre él y toda la selva, incluso el viento, en el que sentía que era transportado a través de los majestuosos árboles amazónicos.

La hermana laurita y el joven del Amazonas son de distintas culturas indígenas y, aún así, de modo distinto, señalan una verdad del hombre: su conexión o relación con la naturaleza misma. En el cristianismo se comprende al ser humano como creatura de Dios llamada a la santidad, es decir, a la comunión de amistad entrañable con el Dios Uni-Trino, y en Él, con su creación. En donde, de hecho, descubre la verdad, bondad y belleza de Dios, cuya huella permanece impresa. Las creaturas participan del acto de ser divino y, en su interior, el universo entero tiende a Dios y le alaba brillando con su propia forma, al modo como los vitrales translucen de modo distinto la luz.

El sueño cultural del que habla su santidad el Papa Francisco en ‘Querida Amazonía’, es la unidad representada en una mesa común, donde acontece el reconocimiento de la diversidad y pluralidad de riquezas culturales. La clave está en la comunión, esto es unidad en la diversidad. Se trata de descubrir las verdades fundamentales del ser humano expresadas en lenguajes, símbolos, voces distintas, peculiares y dicientes. Se trata del Espíritu Santo que vivifica desde la intimidad más profunda todas las realidades, haciendo que dancen en una única sincronía de alabanza a su creador.

Espíritu Santo, Señor que vivificas la creación, ven a nuestras vidas, mueve nuestros corazones y permítenos descubrirte en nuestra historia, en la sincronía de la creación, en nuestros hermanos y comunidades, en quienes son distintos; muévenos a sentarnos en torno de la misma mesa común… Expande con tu presencia el pulmón de la felicidad: la unidad de tu creación, que en sus formas particulares te alaba en la unidad del Padre y del Hijo. Amén.