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6. «Todo está cumplido». – Consummatum est (Juan 19, 30).

|  ABRIL 10 DE 2020 Fray Luis Ever Mendoza, O.P., asignado a la Casa de San Luis Bertrán, Barranquilla, Atlántico. |

Se acerca el final, el final para un nuevo comienzo para ti y para mí; y ante la crueldad de la escena: ¿cómo te encuentras?, es momento querido amigo de despertar los ojos del cuerpo, del alma y del espíritu para llegar al precioso sacrificio, duro de digerir, de amargo sabor, pero de gran provecho para nuestra salvación.

Al mirar con los ojos del cuerpo y del alma quizás reparemos enseguida y reprochemos con dolor: “Jesús ¿de qué hablas? Si estás lleno de heridas por nuestra causa, ¿de qué cumplimiento hablas? Si es que no era necesario tanto dolor para salvarnos, tú lo sabes más que nosotros, eres Hijo de Dios en realidad y por el sólo hecho de hacerte hombre ya nos abrías las puertas del cielo”.

Pero Jesús insiste: “Todo se ha cumplido”. Por esto querido amigo, sólo queda mirar con los ojos del Espíritu y dejar que iluminen a los ojos del cuerpo y del alma para lograr ver cómo en realidad Él es el cumplimiento de una promesa “yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20).

Todo se ha cumplido y en realidad se está cumpliendo porque eres nuestra compañía en este momento de dolor para el mundo, porque Tú, Señor, en la cruz nos miras con amor y aquél sacrificio que supera los límites del tiempo, ocurre en este instante en la cruz del dolor de la humanidad, aquél escenario de la cruz y con la muerte expectante a que des el último suspiro lo acompaña una actitud que la derrota, la fe y confianza de haber cumplido la voluntad del Padre, tú decidiste ser coherente con el mandamiento del amor y amaste hasta el extremo de la cruz.

Ahora querido hermano, ¿qué nos queda a ti y a mí?, seguir los pasos del amante que nos enseña a amar hasta el final, no románticamente sino con decisión, valentía, coherencia y coraje. El panorama en el que nos encontramos es similar, una noche oscura de dolor mundial, la muerte espera al igual que con Jesús, expectante de ganar la partida, ansiosa de acabar con la sabiduría de la sociedad, los ancianos, la tradición, la sabiduría, nuestros abuelos y por eso nuestra actitud ahora más que nunca debe ser semejante a la de Jesús, debemos decidirnos a cumplir con la misión que nos encomienda el Padre en Jesús.

“Sean uno como yo y mi Padre somos uno” (Jn 17, 21-23). Es tiempo de buscar la unidad. Sólo en la unidad podremos salir victoriosos. Jesús pide que nos amemos para lograr la unidad, así como Él mismo vive en comunión con el Espíritu Santo y el Padre. Y para lograr dicha unidad debemos comenzar por la familia, el vivo reflejo de la Trinidad.

Querido amigo, decídete a tener actitudes de unidad en tu familia, decídete a abrirle las puertas al amor Trinitario para poder vencer, como Cristo lo hace, incluso en la cruz. Que nosotros cumplamos nuestra parte y seamos uno en la santa e indivisa Trinidad que vive y reina en nuestros hogares. Amén.