3. «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo Ahí tienes a tu madre». - Mulier ecce filius tuus [...] ecce mater tua (Juan, 19: 26-27).
LA VIDA SOPORTADA EN LAS MANOS DEL OTRO.
Desde la cruz, en un cuadro desgarrador enmarcado por el dolor de una madre que acompaña a su hijo en el suplicio, Jesús sorprende al discípulo amado y sorprende a María su madre, con un testamento de amor que a su vez es una enseñanza más del maestro. El crucificado enseña que el amor se da y se recibe: «Mujer, ahí tienes a tu hijo. Hijo Ahí tienes a tu madre» (Jn 19: 26-27).
Con este testamento de amor se sella el mandato de la caridad fraterna (Jn 13, 34). Jesús conocedor de la fragilidad de la condición humana manda a Juan a tomar a María como madre, y manda a María a tomar a Juan como Hijo, para que juntos soportándose, apoyándose, pudieran sobrellevar ese momento de angustia y dolor. Se gesta allí junto a la cruz, en medio de un panorama desolador, silencioso, oscuro, terrorífico, la necesidad de acoger al otro y de aprender a convivir con el otro. «Desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa» (Jn 19, 27) subraya el texto sagrado.
Durante el ministerio público Jesús de Nazaret había seleccionado dentro de sus seguidores a un grupo de hombres para que fueran sus discípulos, para que estuvieran con Él, para instruirlos y para enviarlos a continuar su obra (Lc 6, 12-19; Mt 28, 18-20). Jesús, como buen maestro, había enseñado a sus discípulos el valor del perdón de los pecados, de la misericordia, del amor al prójimo, de la oración sincera que se hace desde la intimidad del corazón, incluso el valor del cumplimiento de la ley (Mt 5, 17ss). Jesús durante sus últimas horas les enseña a sus discípulos, de manera indirecta, que su vida esta en las manos de ellos y ya en la cruz Jesús deposita en las manos de Juan, la vida de María, y en las manos de María la vida del discípulo y de la Iglesia. Antes de morir entregara su vida en las manos del padre.
Una de las grandes lecciones que nos está dejando el confinamiento preventivo y obligatorio, en este tiempo agobiado por la pandemia, es precisamente como la vida se pone en las manos del otro, y como el reencuentro con el otro y con nosotros mismos nos salva; hoy más que nunca hay una necesidad manifiesta por aprender a convivir, en casa y con la familia. Puede esto sonar muy extraño y risible, sin embargo, si lo analizamos bien, miles de personas en Colombia y en el mundo entero, deben pasar las 24 horas del día juntas, por un tiempo indeterminado. ¡Quédate en casa! es la consigna.
Antes de la pandemia, el hogar para muchos se había convertido en un sitio transitorio, en un lugar donde de manera ritual y autómata diariamente se hacia casi lo mismo. El confinamiento obligatorio lleva a miles de familias a gestionar el tiempo en el hogar, a distribuir tareas, a reinventar los roles familiares de padres, madres, hijos, a reconocerse entre si y a valorar a aquellos que salen a hacerle frente a la enfermedad para que el mundo siga adelante. Ahí esta la familia, nuevamente unida en casa, dedicándose tiempo, conociéndose más, valorando lo que para ellos había dejado de ser importante.
El hogar retoma su valor, ya no es un lugar de paso; es un sitio donde se cuida la vida. Ahí esta esas madres, y esos padres, y esos hijos viviendo esta experiencia inédita de la cual tenemos que salir renovados y haber tomado conciencia que en nuestras manos esta puesta la vida del otro.