Hermanos la Iglesia nos propone como hijos de Dios volver la mirada a una promesa esencial que configura nuestra existencia terrenal hacia una vida eterna, somos herederos de una estancia futura con Dios por la eternidad. Este aspecto ha sido una propuesta desde el mismo Jesucristo, pasando desde sus apóstoles y sucesores conformándose en la doctrina, como pilar fundamental que nos invita a tener siempre la confianza y anhelo para llegar a vivir eternamente. Asimismo, hemos llegado al tiempo litúrgico de adviento, que pedagógicamente nos involucra en tener una espera desde lo celebrativo para conmemorar la encarnación de Dios en nuestras vidas, invitándonos a que nuestras prácticas litúrgicas y comunes, tengan un espíritu de vigilancia con buenas obras de caridad y el recuerdo constante del retorno a Dios.
Por tal motivo, vemos en la primera lectura el profeta Isaías expone como estamos llamados a seguir la invitación de habitar por la eternidad en la morada del Señor. Asimismo, la lectura del profeta propone que es Dios quien educa a su pueblo en actuar en post de la paz y le hereda la ley para que pueda juzgar la vida de su pueblo y llevarlo a vivir en un estado de paz y bienestar supremo. De igual modo, el salmo no se desliga de una propuesta de vivir la paz y la caridad, también del juicio que se vivirá en la presencia de Dios y la estancia de gozo pleno el habitar las moradas de la Jerusalén celestial.
Ahora bien, esta conciencia del creyente en reconocer en su sistema de fe, la existencia de una vida futura y un juicio final que llevara a los hombres y mujeres a una vida eterna de paz y bienestar, la apuesta ética que propone San pablo en situar a los herederos de la fe en Cristo asumir la conciencia de que todo se ha terminado que ya se acerca el día final que ya pasa la noche y la aurora empieza a estar más cerca. Esta realidad que expone el apóstol invita a los creyentes a estar vigilantes, una vigilancia que no solo deja a los hombres y mujeres como seres en pro de la eternidad, sino que también el apóstol afirma que mientras llega el alba de Jesucristo se debe actuar de forma virtuosa y caritativa que prepare al cristiano a la hora final.
Es preciso, quedarnos un momento en la propuesta del evangelio como síntesis de lo que ha manifestado el profeta Isaías y el apóstol Pablo, en exponer ese cuidado frente a la llegada eminente del día de la salvación, que necesita de una conducta de vigilancia, de ser centinela, de estar pendiente no solo a la llegada fáctica del juicio final. Sino, a la postura atenta a una vida coherente a la doctrina cristiana en favor de la caridad que se convierte en esa ley que será punto de medida a la hora de llegar al juicio final.
Finalmente, las lecturas como alimento para nuestra vida de creyentes, proponen que debemos hacer frente a nuestra conciencia de sentir cerca el padecimiento de la muerte y el juicio al cual estamos convencidos que recibiremos una vez lleguemos a la presencia de Dios. Sin embargo, esta propuesta nos vincula a una apuesta ética de vivir de forma caritativa, en generar espacios de paz y bienestar entre los hombres y mujeres, a pesar de que pueda suscitar el sentimiento de que ya es eminente ser llevados a comparecer ante un juez, la ética que propone las lecturas invitan a vivir la generación de espacios de paz y bienestar comunitario que puede construir una vigilancia con matices que permitan hacer una vida tranquila y menos angustiante como estar el borde de la muerte eterna y no estar preparados para eminente segunda venida.