La Iglesia latinoamericana, la Orden de Predicadores y la Parroquia San Martín de Porres de Cúcuta celebrarán la fiesta patronal con el rezo de la novena, del 25 de octubre al 3 de noviembre de 2022, en el marco de los 443 años del natalicio del primer santo mulato de América y sesenta de su canonización y además, por los cincuenta años de trabajo parroquial y 42 bajo la titularidad de este santo.
Martín de Porres Velásquez nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579, hijo del español Juan de Porres de Miranda, natural de la ciudad de Burgos y caballero de la Orden de Alcántara, y de Ana Velázquez, una mujer negra liberta, natural de Panamá que residía en Lima. El recién nacido no fue reconocido por su padre, por lo que en el libro de bautismos aparece inscrito como “hijo de padre desconocido”.
Desde muy joven, Martín fue auxiliar práctico y enfermero empírico del boticario y también, barbero y herborista. Estas artes que lo prepararon para entrar en 1594, a la edad de quince años, en la Orden de Santo Domingo de Guzmán en calidad de «donado»; es decir, como terciario (recibía alojamiento siendo el mandadero y se ocupaba de los trabajos materiales y domésticos, como criado). Así vivió casi nueve años para ser admitido como hermano lego o cooperador (monje o religioso que se ocupa de los trabajos manuales). Hizo profesión solemne en la Orden de Predicadores el 2 de junio de 1603, convirtiéndose en fraile profeso de votos de pobreza, castidad y obediencia.
Vestido de religioso se dedicó intensamente a la oración del santo rosario y a la sagrada eucaristía, la que adoraba en el Santísimo Sacramento, escondido debajo de una escalera. Dormía solo unas cuantas horas, practicaba ayunos prolongados y solo comía lo indispensable, lo que le permitió llevar una vida de extrema pobreza y penitencias, mientras servía a los más necesitados en situación de extrema pobreza y enfermedad; les decía “yo te curo, Dios te sana”. En el convento, se dedicaba a los oficios más humildes, como el de barrendero, el cual le valió el cariñoso apodo de fray escoba y con la que es representado en diferentes imágenes.
Maltrecho por el trabajo y la penitencia, cayó gravemente enfermo, muriendo en Lima el 3 de noviembre de 1639 de fiebre tifoidea a la edad de 59 años. Fue beatificado el 10 de septiembre de 1837 por el papa Gregorio XVI y canonizado el 6 de mayo de 1962 por el papa Juan XXIII. Acompañó siempre sus penitencias, orando en las noches ante el crucifijo grande que había en su convento o arrodillado ante el Santísimo Sacramento y ante la imagen de la Virgen María rezando con fervor el rosario.
San Martín de Porres, hace parte de la devoción a esos santos afros que dan identidad a un pueblo creyente identificado con ellos en su vida e historia, y que le ayudan a recobrar su dignidad y libertad. Así es el caso latinoamericano, se ha vivido una historia de desigualdades sociales, explotación económica y opresión, privación de los derechos fundamentales e injusticias étnicas que han permeado cinturones de pobreza extrema en muchas ciudades. Prueba de esa identidad ancestral afro, son las “cofradías” devocionales que, según la época, con normas propias y sin fronteras étnicas, crearon una manera religiosa y social de vivir. Pagando la cuota de cofrades y revistiendo el hábito de dominicos, visibilizaron una identidad y conllevaron una nueva manera de vivir al sentirse parte de un gran cuerpo u asociación (corporación). Incluso, llegaron a ser el ejemplo para las cooperativas actuales, al buscar la expresión cultural libre de verdadera promoción humana integral. Esta cohesión socio−espiritual vivida en la santa celebración y la solemne procesión, hacen olvidar realidades de discriminación y aliviar el pasado esclavista y el sometimiento del presente consumista y clasista. Estos ritos devocionales celebrativos son un fenómeno no solo de protesta, sino también, para ahuyentar la enfermedad y recuperar la identidad.
Con el ejemplo de su vida, san Martín nos enseñó que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino de Cristo Jesús. Asimismo, nos dejó sus enseñanzas de amar a Dios en primer lugar, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y, en segundo, al prójimo como a nosotros mismos. Fray escoba es ejemplo de amor intenso al sagrado misterio redentor de Cristo en la Eucaristía, contemplando cuánto el Señor “padeció por nosotros y cómo, cargando con nuestros pecados, subió al leño”. Los atroces tormentos del Señor le hacían derramar abundantes lágrimas, lo movían a largas penitencias, a castigar su cuerpo con látigos en las disciplinas personales en las que se decía “perro mulato”. En definitiva, Martín es modelo de caridad y de solidaridad con los más pobres y afligidos, a quienes tenía por más dignos e importantes.
¡San Martín de Porres, ruega por nosotros!