Defensa de tesis de fray Juan Francisco Correa Higuera
Defensa de tesis de fray Juan Francisco Correa Higuera
| septiembre 18 de 2023 |
Fr. Juan Francisco defendió su tesis doctoral, en el marco del programa conjunto en historia, en la Universidad de la Sorbona, y en teología, en el Instituto Católico de París. La ceremonia académica tuvo lugar el martes 27 de junio a las 2:00 pm en la Maison de la Recherche de la Universidad de la Sorbona. Durante tres horas y media, fr. Juan Francisco defendió su trabajo de investigación, intitulado Restaurer et réformer l’ordre dominicain en Colombie (1881-1949). Une histoire au croisement des imaginaires sociaux divers et des identités dominicaines plurielles. Luego de que la tesis fuera aceptada por el jurado, se le otorgó a fr. Juan Francisco el título de doctor en historia y en teología, con felicitaciones del jurado para el primer diploma, y con mención Summa cum laude para el segundo.
A continuación reproducimos la entrevista que realizó fr. Gilles Berceville, op, director del Institut d’histoire des missions, la cual fue publicada originalmente en el boletín Prêcheurs, de la provincia dominicana de Francia, en su número 267, correspondiente a los meses de julio y agosto de 2023[1].
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Querido fray Juan Francisco, estás llegando al final de ocho años de estudios en Francia. El 27 de junio defendiste tu tesis doctoral conjunta en la Sorbona y en el Instituto Católico de París. ¿Podrías presentarte primero: tu familia, tu país, tu vocación dominicana?
Nací en Charalá, al noreste de Colombia, cerca de Bucaramanga. Es en el departamento de Santander, en las montañas, a mil trescientos metros de altitud. El clima es templado. Allí se cultiva mucho café y caña de azúcar. Nunca he experimentado la violencia de la que tanto se habla en Colombia.
Tengo tres hermanos. Yo soy el menor. Mi familia es católica practicante. Rezamos el rosario en casa. Otro de mis hermanos también es dominico. Mi madre era maestra. Mi padre productor de café.
Hice mis estudios primarios y secundarios en un colegio de dominicas, dirigido por las Hermanas de la Presentación. Fueron ellas quienes me dieron a conocer la Orden y los frailes. Yo quería ser maestro como mi madre. Cuando supe que los dominicos eran maestros, algo resonó en mí.
Terminé el bachillerato en 2005 e ingresé en la Orden en 2006. La provincia de Colombia es joven, viva y muy activa, con una gran variedad de apostolados. Hay unas diez parroquias y alrededor de quince comunidades. Los frailes dirigen la Universidad Santo Tomás, trabajan mucho con jóvenes estudiantes. La provincia ha tenido muchos intercambios con otras provincias, lo que siempre me ha gustado. Se decía que los hermanos son itinerantes, por eso es normal ver a los frailes desplazarse para nuevas misiones, tanto dentro de la provincia como al extranjero.
Uno de los desafíos de la provincia es la predicación popular. Para nosotros, el santuario mariano de Chiquinquirá es un lugar importante para este tipo de predicación. Los fieles llegan allí en gran número y desde muchos lugares. Es ahí donde empecé el ministerio de la predicación. Otro desafío es el gran número de frailes jóvenes. Necesitamos aprender a acogerlos, para que se sientan, en medio de nosotros, como en casa. Por último, está el desafío de la vida intelectual. La provincia necesita profundizar esta dimensión de nuestra vida dominicana. Es también un lugar de predicación.
Es precisamente a esta dimensión del estudio y de la investigación universitaria a la que has decidido dedicarte, eligiendo el campo de la historia…
Efectivamente. Me sentí atraído por una vida de estudio. Desde niño me apasionó la lectura. El gusto por la historia me vino con ocasión de un curso de historia de la Iglesia impartido por un fraile español, José Barrado. Nos pidió que hiciéramos una biografía de algunos obispos dominicos de Colombia. Escribí una, y tanto el tema como la investigación me fascinaron. Seguí leyendo obras históricas. Me pareció importante comprender la historia de la Orden y su misión, situándolas en el contexto más amplio de la historia del país.
Esta orientación hacia la investigación histórica te llevó a Francia…
En 2015 quería hacer una maestría en historia, pero en Colombia. El provincial pensó que sería interesante estudiar en Francia, aprovechando una plaza disponible en el convento de la Anunciación. Empecé a aprender francés en Bogotá, en la Alianza Francesa, luego en el Instituto Católico de París, durante un año. Las monjas dominicas me ayudaron mucho: releían y corregían mis homilías, y ejercitaban mi pronunciación. También tuve la suerte de tener una profesora particular, Marie-Françoise Thieulin, que se ofreció a ayudarme.
Entre 2016 y 2018 realicé una maestría conjunta de teología – especialidad historia de la Iglesia, en el I.C.P. – y de Historia moderna y contemporánea – en la Sorbona –. Me acompañaron muy bien dos profesores: Catherine Marin y Jacques-Olivier Boudon. Desde el final de mi primer año de la maestría, se planteó la posibilidad de continuar mis estudios en un nivel superior: el doctorado. Durante las vacaciones que me llevaron de vuelta a Colombia, el provincial me preguntó si quería continuar hacia ese nivel superior. Evidentemente acepté. Eso me condujo a trabajar en una tesis doctoral, que preparé durante cinco años, entre 2018 y 2023.
¿Cómo elegiste tu tema de investigación histórica, a saber, la provincia de Colombia, de 1881 a 1949?
Todo empezó con una constatación inicial: no existían trabajos de investigación que sistematizaran la historia de la provincia en el período contemporáneo. Creí necesario abordar el tema, asistido por el método y el rigor de la historia. Valga la pena aclarar que sí había otros trabajos, pero limitados al periodo colonial (siglos XVI-XVIII) y al periodo republicano, sobre todo en lo que respecta a la primera parte del siglo XIX. Para el periodo más reciente, se disponía de crónicas y de otros documentos relativos a la historia específica de los conventos o de algunas instituciones dominicanas.
En París también encontré algunos documentos de archivo relacionados a la colaboración de los dominicos de la provincia de Lyon en Colombia en la década de 1940, con el fin de ayudar a la restauración de la provincia. Este tema inédito fue el punto de partida de mi trabajo. Sin embargo, era importante tratar la restauración en un sentido más amplio, de 1881 a 1965. Aunque la provincia había existido desde el siglo XVI, fundada por dominicos españoles, había sido abolida en 1861 en un contexto anticlerical. Veinte años más tarde, las leyes anticlericales se suavizan, y algunos de los frailes encarcelados, exiliados o dispersos quieren volver a la vida conventual. En este caso, pues, según una expresión acuñada por el padre Bernard Montagnes, existe una “continuidad histórica efectiva”. En 1886, tras el cambio de régimen político, se asiste a la voluntad de hacer de la Iglesia uno de los factores de la unidad nacional, lo que favorece el desarrollo de la provincia “en proceso de restauración”, según la expresión de William Hinnebusch.
Entonces me di cuenta de que había varias etapas en el proceso de restauración: la restauración de la vida conventual en 1881, luego la restauración canónica de la provincia en 1910. En los años 40, algunos provinciales seguían hablando de “restauración” en el sentido de actualización del carisma (en aquella época no se hablaba de carisma, sino de “ideal dominicano”)[2].
Esto me hizo pensar en la evolución de las distintas narrativas que transmitían la identidad de la provincia. Llegados a este punto, me pareció que los estudios del filósofo francés Paul Ricœur sobre las nociones de identidad narrativa colectiva, de ideología y de utopía, eran un marco útil para problematizar mi trabajo de investigación histórica.
Según los archivos, el proceso de restauración duró hasta 1965, el final de la tercera etapa de la restauración, según la periodización que he propuesto. Esta etapa corresponde a la restauración del ideal o del carisma dominicano. Es así como, entre 1940 y 1965, se hicieron esfuerzos exitosos en el campo de la educación. Además, la provincia pudo recuperar su lugar en la Orden, lo que se ve manifiesto en la celebración de un Capítulo General de la Orden en Bogotá, en 1965. Sin embargo, me faltaban los documentos de archivo para estos últimos años, por lo que decidí detener mi investigación en el año 1949, cuando los dominicos de Lyon abandonan la provincia colombiana.
¿Podría hablarnos más de este equipo de hermanos de la Provincia de Lyon enviados a Colombia?
Cinco frailes fueron a Colombia entre 1938 y 1949. En 1938, fray Prosper Catherin, de 60 años, fue enviado como visitador general, y fray Marie-Gabriel Blanchet como maestro de novicios. Catherin, que había sido misionero en Cuba y hablaba español, enfermó pronto a causa de la altitud y de la humedad, y tuvo que regresar a Francia. Sólo quedó Blanchet, que fue maestro de novicios hasta 1945, y que tuvo un gran impacto en las generaciones de hermanos que formó. Realizó un enorme trabajo en la formación de los religiosos, así como en la de los laicos dominicos, formados según el modelo de la Acción católica. En 1945, fue nombrado Provincial de Colombia por el Maestro de la Orden, y trajo al país a otros tres lioneses, uno para reemplazarlo como maestro de novicios, y los otros dos para ayudarlo en la formación de los jóvenes: fray Jean-Baptiste Nielly, que fue nombrado maestro, fray Léon-Joseph Moreau, que enseñaba filosofía en el studium, y fray Édouard Perret, que enseñaba en la escuela apostólica. Todos estos frailes eran muy jóvenes; tenían entre treinta y cuarenta años, y su experiencia de la vida dominicana era la del studium de Saint-Alban-Leysse. Desde su punto de vista, la vida dominicana en Colombia carecía de “autenticidad”, especialmente en lo que respecta a la liturgia y la vida de estudio. Estaban impacientes por emprender la restauración de ciertas instituciones: un nuevo convento de formación con un nuevo equipo de formadores, una nueva manera de situarse en la sociedad civil y en la Iglesia, dándose a sí mismos la tarea de formar las élites. Fundaron una fraternidad de personas influyentes. Emitieron juicios de valor apresurados que terminaron perjudicando su relación con los frailes de la provincia.
Los frailes de Lyon no estaban muy atentos a la religiosidad popular. En tu trabajo destacas la importancia del santuario de Chiquinquirá.
Es un centro neurálgico para la provincia. Fue el punto de partida de la restauración, además de ser un santuario mariano nacional importante para la identidad del país. La vida de la provincia tuvo su epicentro en este lugar hasta los años cuarenta, hasta el punto de que el lugar monopolizó los esfuerzos misioneros y la creatividad apostólica de los hermanos. En consecuencia, la provincia vio estancado su crecimiento, lo que suscitó las críticas no sólo de los lioneses, sino también de los religiosos jóvenes de la provincia, incluida las de la nueva generación de dirigentes liderados por el padre Ariza. Los lioneses querían acelerar el proceso de emancipación de la provincia, para que estuviera presente en otros lugares del país. Había que salir de la situación de dependencia con respecto a Chiquinquirá, que conducía, al fin de cuentas, a un letargo para la vida y el dinamismo de la Orden en el país.
Chiquinquirá debe su importancia a un cuadro de la virgen María con el Niño, acompañados por las imágenes de san Antonio de Padua y del apóstol san Andrés. Este cuadro, considerado milagroso en la tradición local, había estado descuidado, y en consecuencia, sufrió daños considerables. Sin embargo, recuperó sus colores originales durante un acontecimiento extraordinario acaecido en 1586. Cincuenta años más tarde, en 1636, los dominicos se hacen cargo del cuadro y del santuario que fue construido progresivamente. Ellos se encargarían de promover esta devoción mariana por todo el altiplano andino, hasta el punto de que la Virgen se convirtió en la patrona principal del país en el siglo XIX, y en 1919 fue honrada con una coronación canónica. La restauración de la provincia, por su parte, tuvo lugar en el mismo lugar, y la historia del milagro del cuadro se transpuso a la historia de la provincia. La provincia dominicana, suprimida y desmembrada en 1861, experimenta a su vez el milagro de la restauración y vuelve a la vida. Así es como los hermanos leen la restauración. Hay que decir que, gracias al santuario, los religiosos han obtenido recursos humanos y financieros para apoyar su trabajo y avanzar en el proceso de restauración. De este modo, consideran que la restauración es, en cierto modo, una continuación del milagro de 1586.
Regresarás a Colombia en septiembre. ¿Qué tareas te esperan y cuáles son tus planes?
Pronto volveré a Colombia. El Capítulo provincial del pasado noviembre me nombró Archivero de provincia. También daré cursos de historia de la Iglesia en una facultad de teología. Se trata de dos responsabilidades que corresponden muy bien a mi formación en Francia. En el futuro, también planeo trabajar con nuestros hermanos jóvenes y con las hermanas dominicas, con miras a crear un equipo de trabajo sobre la historia de la Orden, particularmente en Colombia. Tenemos un muy buen archivo y una historia que aún necesita ser explorada.
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[1] « Soutenance de thèse du frère Juan Francisco Correa Higuera », Prêcheurs, 267 (2023), p. 23-27.
[2] Para profundizar más en la periodización del siglo XX dominicano en Colombia, ver otro texto del mismo autor: Juan Francisco Correa Higuera, « El siglo XX dominicano en Colombia: propuesta de una periodización histórica », Hallazgos, 2022, vol. 19, no 37.
Alonso de Narváez, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, c. 1560
Óleo sobre lienzo de algodón, 1,25 x 1,39 m.
Fotografía de la colección de arte de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, Chiquinquirá, 2014
A. Madero, M.-G. Blanchet, E. Perret, L. Torres, c. 1949
FADL, Fondo fotográfico, registro X-13 : Álbum « Colombie ».
Jean-Baptiste Nielly, c. 1949
FADL, Fondo fotográfico, registro X-12 : Álbum « Perret ».
Léon-Joseph Moreau (derecha) con el padre Claude Humbert
FADL, Fondo fotográfico, registro X-11 : Álbum « Saint-Alban-Leysse ».
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