Dignidad sin fronteras
| octubre 19 de 2021 • Fray Daniel Yovani Sisa Niño, O.P. |
Es posible pensar la dignidad humana desde dos puntos de vista, a saber: la condición de bienestar humano en general, y también el valor que toda persona tiene. En la primera característica encontramos diversas problemáticas como la pobreza, la violencia, y todos los factores externos que afectan a individuos y a sociedades; y en el segundo aspecto encontramos la idea de igualdad, que en principio es griega pero que ha trascendido estos niveles de contexto. Así pues, la dignidad es el valor intrínseco que tiene cada persona, es algo inviolable que en términos religiosos se da por ser la imagen más perfecta de Dios. Esta condición que hace a todo ser humano hijo de Dios y por ende digno, es lo que quiere resaltar el papa Francisco en Fratelli Tutti. Y es algo que nos invita a pensar el valor del otro en lo singular de las relaciones humanas como también en la experiencia política. La igualdad ha sido algo que sociedades han puesto como punto de referencia para lograr un cambio, ya sea la lucha por la abolición de la esclavitud en Colombia lograda en el año de 1851, o la lucha de las mujeres en Colombia en busca de la igualdad política, que se concretizó parcialmente con el reconocimiento civil del movimiento sufragista en 1956, estas luchas aún continúan en pro de reconocer el derecho de las minorías.
Revoluciones como la francesa en 1789, son las que han abierto caminos de diálogo en búsqueda de una dignidad en concreto lo que se ha denominado como los derechos del hombre. Sin embargo, pese a tener tal promulgación y de tener organismos nacionales e internacionales como la ONU, o la defensoría del pueblo, y de tener figuras legales como la tutela; el camino por recorrer aún es largo son muchas las problemáticas que vive nuestra sociedad, pues los derechos humanos y la lucha por la dignidad humana es algo que sigue en construcción.
Dignidad, libertad, humanidad son sinónimos que no admiten la exclusión, la segregación, que no admite fronteras. Dignidad es algo que ha de entenderse dentro del marco de lo que llamó el Papa Francisco amistad social, una fraternidad universal que viva pese a las diferencias, pueda respetar la verdad del otro. Y entender que también cada persona es fundamentalmente otra, con la misma dignidad y los mismos derechos. Sin embargo, esto no es del todo claro en nuestras sociedades, pues el rechazo a lo diferente, a lo que no cumple con los estándares de naturalidad y normalidad se ven fuera del sistema de derechos pues la violencia se ejerce sobre ellos en sus diversas acepciones.
El rechazo por condición sexual, raza, ideología política, religión, o condición sexual es algo que vulnera la dignidad humana, ya que no se le permite al otro ser. En medio de condiciones precarias de algunos países, muchos hombres y mujeres deciden dejarlo todo atrás, buscando un mejor futuro, mejores oportunidades; pero esta travesía no pocas veces termina mal, debido a prejuicios sociales y a las pocas políticas públicas que existen que protejan a los migrantes, por ejemplo en el caso Colombia, que durante el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, les ha tocado abandonar su lugar de origen para buscar oportunidades en este país, encontrándose muchos con actitudes que muestran con claridad la Xenofobia y el pavor a lo diferente.
Es verdad, que muchos migrantes venezolanos han optado por el robo o por dinero fácil, sin embargo, se cae en una falacia si se trata de afirmar que todos los venezolanos están en este país para cometer daños, eso es claramente xenofobia, pero aquí es necesario preguntarse si este rechazo se da en general como una discriminación racial o tiene unas raíces diferentes, es decir, no se rechaza al migrante que viene al país por temas educativos o vacacionales, se rechaza al pobre, se rechaza al migrante que no tiene poder adquisitivo, a esto Adela Cortina denominó como aporofobia, esto es, el rechazo al pobre, quizás no es una fobia a las personas nacidas en un determinado territorio, sino un desprecio a su condición socioeconómica.
¿Realmente los que molestan son los extranjeros, o los que incomodan son los pobres? Parece ser que en la historia reciente de nuestras naciones es posible evidenciar que la molestia principal son aquellos excluidos por su falta de dinero, aquí cabe preguntarse ¿Qué tiene el pobre, para ser rechazado? Hay un principio psicológico, y es que nos agrada estar con los que son como nosotros, con los que hablan como nosotros, pero este solo es la base de la xenofobia, y el principio de la aporofobia hunde sus raíces en la idea que está en lo más profundo de cada personalidad y es la reciprocidad, es decir, que estamos dispuestos a dar con tal de recibir, esto en política se puede expresar que cada uno está dispuesto a cumplir con sus deberes con tal que se cumplan los derechos. En esta sociedad que lo controla y lo define todo desde el pacto o el contrato, descarta a aquellos que no tienen nada que dar, y estos que no pueden dar nada a cambio son los pobres. Y de ahí que sea necesario preguntarse como sociedad ¿Cuáles son los prejuicios que, en nuestra sociedad, llevan a vulnerar la dignidad humana? ¿Qué podemos hacer como individuos en nuestro contexto para defender la dignidad humana? ¿Cómo vincular estas ideas a políticas públicas que defiendan al vulnerable, al diferente? ¿Es posible una sociedad democrática y al mismo tiempo aporofoba?
Por: Fray Ramiro Alexis Gutiérrez, O.P.
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