La esperanza de un campo más ecológico
| julio 11 de 2021 • Fray Norberto Vargas Prada, O.P. |
En las últimas décadas se ha puesto la mirada hacia un lugar lleno de riquezas de gran fauna y flora como es el sector rural, aquel espacio verde que le ofrece a la humanidad una apuesta por la conservación del hombre a través de sus grandes beneficios como; brindar un aire más puro alejado de la contaminación que tanto afecta a las ciudades, al igual de ser directamente productor de los alimentos básicos de las canastas familiares y de los recursos naturales como el agua entre otros.
Sin embargo, también en los últimos años este sector se ha visto afectado por la falta de conciencia de quien los visita con motivos de turismo, negocios o explotación de los recursos naturales de las grandes compañías y de la misma falta de formación ecológica en los campesinos al momento de trabajar estas tierras, especialmente en los monocultivos y en el uso descontrolado de químicos que afectan tanto la tierra como el mismo aire.
Ante esta situación, es necesario implementar la virtud teologal de la esperanza como lo manifiesta Tomás de Aquino, quien la determina en cuatro condiciones fundamentales de las cuales el hombre puede valerse: siendo la primera de ellas que sea un bien, seguidamente que sea futuro, es decir, no se refiere al bien presente ya poseído, sino la esperanza de un mejor mañana, en la tercera se requiere que sea una cosa ardua por la cual se trabaja constantemente por alcanzarla y finalmente que esta causa ardua sea posible de conseguirla, pues nadie espera lo que es absolutamente inalcanzable. (Cf. I-IIae- C.40)
De este modo, la concientización del hombre debe ir acompañada por la esperanza de alcanzar un campo más ecológico, esto es, un sector rural por el cual formado ecológicamente es capaz de reciclar con el fin de cuidar mejor su propios espacios verdes y naturales, aprovechando además estos recursos con otros fines como es por ejemplo; los desperdicios orgánicos convertidos en abono o el mismo caso del aceite de cual en vez de ser arrojado puede convertirse en velas, esto entre otros que permiten dar una segunda vida a lo que inicialmente se iba a arrojar por el fregadero, ríos y el mismo ambiente.
Ahora bien, la tarea de construir un campo más ecológico es responsabilidad de todos, iniciando desde lo local a través de propuestas que permitan cultivar la tierra de manera más saludable con el fin de cuidar de ella, pero también en velar por la salud de todos los consumidores. Asimismo, en esta apuesta es súper fundamental encontrar un equilibrio en las grandes compañías que permitan hacer de sus labores un trabajo ecológico de manera consciente mediante soluciones prácticas que favorezcan un mejor ambiente.
Asimismo, es una responsabilidad de todos sus visitantes mantener estos lugares limpios y libres de contaminación, esto es, un sano uso del sector rural por el cual haya una armonía entre el hombre que disfruta de los grandes beneficios que le ofrece este lugar, empero, una preocupación por hacer de él un mejor espacio. De ahí, la admiración por los grandes visitantes y grupos ecológicos que aprovechan su tiempo para organizar jornadas de limpiezas en los ríos y en las grandes cuencas.
Por otra parte, es fundamental inculcar a las nuevas generaciones especialmente en escuelas y colegios rurales la esperanza de un futuro, por el cual puedan participar de proyectos educativos que busquen aprovechar mejor los recursos naturales, esto con el fin de lograr verdaderamente un impacto ecológico. Igualmente, se puedan ofrecer espacios de turismo sostenible que permitan brindar recursos económicos para esa región, pero a su vez, espacios formativos para con todos sus visitantes en que entiendan la responsabilidad que adquieren al encontrarse allí.
En cuanto al papel de la Iglesia y todos sus creyentes, es importante que pongan su mirada hacia la casa común, especialmente en estos sectores rurales y la misma amazonia, con el fin de realizar realmente misiones evangelizadoras que le permitan a todos los habitantes de estas regiones, entender, el verdadero valor de la tierra y por ende su cuidado propio. Aquel valor que supera cualquier tipo de suma económica, pues encontrar un aire más puro y libre de contaminación que favorezca a la salud del hombre no se puede encontrar en las grandes ciudades por más beneficios que estas ofrezcan.
De esta forma, la virtud de la esperanza se constituye en un elemento fundamental entre todos los hombres, por los cuales siendo conscientes de las realidades ecológicas del momento presente, se atreven a actuar frente a un futuro esperanzador como signo de humanidad para las nuevas generaciones en que se busca el bien común de todos, entendiendo así que la mayor herencia que se les puede dejar, es un mejor campo ecológico que de respuesta positiva frente a las efectos nefastos de las ciudades por su alto nivel de contaminación.
Biliografía:
Aquino, Tomás. Suma Teológica. I-II ae. Cuestión 40. Recuperado en: https://hjg.com.ar/sumat/c/c141.html/
Por: Fray José Ángel Vidal, O.P. y Fray Ramiro Alexis Gutiérrez, O.P.
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