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“Prevención del abuso en la formación inicial
y cultura del cuidado”

Encuentro de formadores zona de América Latina y el Caribe

|  septiembre 25 de 2024  | Por: Fr. Nelson NOVOA JIMÉNEZ, O.P. •  Maestro de Prenovicios  | 

Desde el 24 de agosto estuvimos reunidos en la ciudad de Lima – Perú, los formadores dominicos de la zona de Latinoamérica y el Caribe. Este encuentro académico y fraterno sirvió de escenario para tratar uno de los temas que en estos momentos tiene a la Iglesia en un periodo de purificación y reflexión: el abuso.

No es un secreto que a través de los medios de comunicación y redes sociales se ha estado haciendo una propaganda centrada en los abusos sexuales y de pederastia por parte de integrantes del clero y comunidades religiosas de la Iglesia Católica, lo cual ha provocado una herida muy dolorosa para el Cuerpo de Cristo, pero que sirve para asumir con seriedad en la formación una cultura del cuidado y la creación de entornos sanos para quienes llegan a nuestras casas y conventos. En medios de los espacios de formación académica que tuvimos la oportunidad de vivir, se nos ha dejado conclusiones que ojalá nos sirvan para valorar de manera justa el problema del abuso, para no minimizarlo o maximizarlo:

  • El abuso no debe reducirse al sólo ámbito de lo sexual. Es tal vez el que más provoca escándalo por la morbosidad que hay en torno al tema, pero sin quitarle la gravedad, es importante distinguir diversas formas de abuso que se encuentran bien tipificadas en el Código de Derecho Canónico y diversas legislaciones civiles.
  • Existe el abuso de poder que engloba, prácticamente, todas las formas de abuso. Quien no ejerce el poder para el servicio y la caridad lo hace para su propio beneplácito e interés. Por eso se vuelve fundamental que la formación inicial enseñe a usar el poder y la autoridad para el servicio. El abuso de poder en las comunidades religiosas incluye las otras formas de atropellos entre las que se puede contar (y que están directamente relacionado con el oficio de los sacerdotes, religiosos y religiosas) el abuso de conciencia y el abuso espiritual.
  • Esta forma de abusos se podría definir como el uso de la información que el formando cuenta de su vida y que pertenece al fuero interno. El abuso se da cuando dicha información es usada con fines abusivos e incluso de extorsión.
  • Toda persona tiene un fuero interno (conocido como conciencia) y que es el lugar inviolable. Se convierte en un lugar sagrado al que se puede acceder sólo a través del permiso de la persona. Por eso se recalca la importancia de que los formadores no sean confesores ni directores espirituales y que al momento de la confesión y/o la dirección espiritual se le permita al formando ejercer con libertad el derecho a elegir.
  • El abuso trae consigo una herida profunda en la vida de la persona. No podemos reducir los impactos que se puedan provocar a través de cualquier forma de atropello ejercido por parte de la autoridad, un formador, confesor, o en los espacios normales de encuentro cristiano, como la catequesis, los grupos parroquiales y los lugares de trabajo que llevan a tratar personas a través de la subordinación. Esto puede llegar a lesionar el sentido mismo de la vida. Hoy ya no se habla sólo de abuso de menores. Cualquier persona, independiente de su edad, puede ser víctima de abuso.
  • El abuso se fortaleció por la cultura del encubrimiento. Por eso las comunidades religiosas deben tener un profundo conocimiento acerca de la situación legal que depara estos casos y no encubrir, sino hacer un ejercicio de la caridad y la justicia con la pertinente denuncia o los procesos previstos en el CIC y el LCO. Para esto es urgente contar con protocolos que sean de conocimiento público y que sean activados a su debido momento.

Conclusiones:

  • Para un formando la formación en la libertad y la responsabilidad consigo mismo y con el hermano se vuelven determinantes para su vida como religioso. La formación inicial es el mejor espacio para formar en la libertad, pero también en el cuidado de sí mismo, aprendiendo a poner límites, comprendiendo los derechos y deberes que implica el ingreso a un proceso de formación, asumiendo con responsabilidad y buenos criterios la formación y el manejo de relaciones en las casas de formación.
  • Quiénes sean asignados a una casa de formación han de ser personas que se caractericen por el testimonio de vida. Una asignación a una casa de formación no debe responder a un oficio, sino a dar un testimonio claro de lo que significa ser religioso.
  • La cultura del abuso debe ser permeada por la cultura de la verdad, la libertad y la justicia. Si durante muchos años la Iglesia y las comunidades religiosas permitieron que este fenómeno fuera anidándose en su seno, en este momento no podemos cejar en el intento de erradicarlo. Y ello implica asumir con seriedad y sinceridad que es una realidad que no podemos dejar pasar, pues cualquier forma de abuso es una manera de contra-testimonio del evangelio.
  • Con lo delicado que suena este tema, los proyectos de formación no se pueden cerrar y dejar girar en torno al abuso. Con lo doloroso que pueda ser, es necesario entender que no es una situación generalizada y que nuestras casas y conventos son espacios sanos, aunque eso no significa que se pueda dar el abuso en cualquiera de sus formas.

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