Homilía día del maestro
En la liturgia de la Palabra, hemos escuchado la parábola del sembrador, de la cual casi siempre se hacen dos interpretaciones o reflexiones que giran en torno a dos aspectos: la tierra y la semilla.
- Semilla: la palabra de Dios que él va sembrando a través de sus predicadores en nuestras mentes y corazones y de la cual debemos dar fruto.
- La tierra: Somos nosotros el lugar que Dios se ha escogido para que esa palabra sea sembrada y según nuestra disposición esa semilla de la Palabra crecerá y dará fruto abundante o no.
Pero hoy quiero invitarlos a pensar no en la semilla ni tampoco en la tierra, sino en el sembrador. ¿Por qué? Porque como lo han afirmado algunos de nuestros pensadores dominicos, la figura que mejor refleja lo que es un maestro, es precisamente ésta, la de un sembrador o jardinero.
Eso son ustedes mis queridos maestros, unos sembradores. Con todo lo que esa palabra significa y con toda la humildad que esa palabra encierra.
La misión del maestro es así de sencilla: sembrar en sus discípulos la semilla del conocimiento, de la curiosidad, de la creatividad, de los valores, para que ellos, como lo hacen las plantas se desarrollen desde si, con sus potencialidades, sus capacidades, sus fortalezas, sus dones y den fruto para sí y para los demás.
Desde esta perspectiva del maestro como sembrador o jardinero, me gustaría compartir con ustedes algunas de las condiciones que creo hemos de tener nosotros. Lo voy a hacer aplicándoles hoy una FUERTE DOSIS DE VITAMINA C. ¿Por qué de vitamina C? porque todas las palabras de las cuales me voy a servir empiezan por la letra C, así que manos a la obra:
Un maestro como un buen sembrador o jardinero que es debe ser o tener:
1. Conocimiento: Un sembrador conoce bien su terreno, conoce bien las semillas, sabe de nutrientes, de abonos, sabe dónde sembrar.
Un buen maestro por su parte:
2. Confianza, creer: El sembrador cuando siembra tiene confianza en la semilla, sabe que la esparce y que va a desarrollarse.
Un buen maestro:
3. Creatividad: El sembrador debe buscar siempre nuevas maneras de sembrar y cultivar. En tierras áridas debe devanarse los sesos para ver cómo saca lo mejor de la tierra y de las semillas.
Un buen maestro:
5. Cualificación permanente: Un sembrador siempre está al tanto de lo que puede ayudarle a mejorar su cosecha. No se queda con lo que aprendió de niño, es inquieto, explora y sobre todo aprende todos los días de la naturaleza.
Un buen maestro:
6. Comunicación: Un sembrador comunica a la semilla y a las plantas, no sólo agua, nutrientes, sino también una especie de energía que las hace crecer sanas y vigorosas.
Un buen maestro:
a. Sabe comunicar, sabe trasmitir no sólo sus conocimientos sino también su amor por el estudio, su deseo de conocer cada día más, su espíritu investigativo y de búsqueda de la verdad.
b. Sabe comunicar con su vida los valores e ideales que lo mueven. Nuestros discípulos, lo hemos escuchado muchas veces, aprenden más que por las palabras, con el ejemplo.
c. Sabe llegar a sus estudiantes, se adapta a sus capacidades, a su manera de aprender, se preocupa porque entiendan, porque asimilen, porque reciban el mensaje.
d. Convence porque habla con seguridad, con entusiasmo, con alegría, con convicción.
7. Calma, constancia y paciencia: Si algo tiene un sembrador es paciencia. Sabe esperar, sabe que su siembra no es de un día para otro.
Un buen maestro:
8. Cariño, cuidado y cercanía (especialmente de los más débiles): Dicen las abuelas y las mamás que si uno quiere que las plantas crezcan bonitas, hay que hablarles, decirles palabras agradables, acariciarlas, hacerles sentir amor.
9. Comunión: El sembrador sabe que tiene que generar comunión con los demás campesinos. Ellos son generosos en compartir las experiencias, se ayudan ante las pestes, ante las dificultades y comparten sus experiencias exitosas. El sembrador no sólo está en comunión con sus compañeros, sobre todo está en comunión con Dios, se siente su más fiel colaborador en la obra de la creación.
Un buen maestro:
Apreciados maestros, podría incrementar más la dosis de vitamina C, con otras tantas palabras como, por ejemplo, comprensión, carácter, criticidad, compasión, colaboración, cooperación, conciencia, etc., pero se las dejo a ustedes de TAREA para que mediten y reflexionen en ellas.
Antes de terminar quisiera agradecerles por su delicada y comprometida labor docente. En nombre de toda la comunidad dominicana de Colombia, Dios les pague por todo el bien que hacen a nuestro País y a nuestra amada Iglesia. Que Dios los bendiga.
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