Inaugurar una nueva sede para el Archivo Histórico de la Orden de Predicadores en esta ciudad de Bogotá es un evento más que alentador. No es solo la prueba de que esta orden religiosa está dispuesta a invertir recursos financieros y humanos en el cuidado y preservación de los fondos y colecciones de los que es propietaria. Es, sobre todo, la muestra de un compromiso con la investigación histórica, con la búsqueda de la verdad en las múltiples facetas que ella puede adquirir a través de los documentos, con la construcción de nuevos relatos que se alimentan desde el rico acervo documental a esta orden legado.
La exposición que ha sido preparada con ocasión de este evento inaugural saca a la luz una muestra de los varios fondos y colecciones del Archivo Histórico dominicano, los cuales, hasta junio de 2024, se clasifican de la siguiente manera:
Tres fondos documentales:
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- Fondo San Antonino: 319 cajas
- Fondo San Luis Bertrán: 263 cajas
- Fondo Fundación Paniagua: 5 cajas
Seis colecciones:
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- Biblioteca: 3736 volúmenes
- Hemeroteca: 5586 obras
- Planoteca: 1807 planos
- Fototeca: 59 cajas
- Objetos tridimensionales: 16 cajas
- Archivos audiovisuales: Aún por intervenir.
El visitante podrá contemplar, durante la exposición, solo una pequeña muestra compuesta de un puñado de planos arquitectónicos, de fotografías, de libros, de periódicos y de documentos de archivo. Para la dirección del Archivo Histórico esto no es más que un pretexto: queremos que los investigadores, por medio de esta exposición, entren, como por una puerta, al estudio de los documentos aquí resguardados. Es verdad, ellos están protegidos y preservados con altos estándares de cuidado documental. Sin embargo, la finalidad de estos documentos no es quedarse en la oscuridad y el aislamiento de las estanterías que los albergan. Esperan ser visitados por el investigador, por el curioso, por el aficionado.
En este sentido, nuestro Archivo Histórico busca convertirse en la actualidad en un lugar de promoción de la investigación histórica, de difusión de buenas prácticas en la gestión de archivos y de socialización y comunicación del patrimonio dominicano en el país; busca también prestar un servicio certero y discreto a la historia, ser un lugar de trabajo en donde los investigadores puedan aplicarse con disciplina y libertad al estudio de los documentos y a las problemáticas con las que se les aborda; busca, sobre todo, crear un espacio propicio para que la historia sea el lugar del paradójico reencuentro con los hombres de otros tiempos. Este reencuentro es paradójico porque, si bien “la historia está animada por una voluntad de reencuentro más que por una voluntad de explicación[1]”, ella es, al mismo tiempo, el lugar donde “el historiador va hacia los hombres del pasado con su propia experiencia humana[2]” para establecer con ellos una “comunicación sin reciprocidad. Pero bajo la condición de este límite es una especie de amistad unilateral, al modo de esas relaciones amorosas que no encuentran respuesta[3]”.
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[1] Paul Ricœur, « Objetividad y subjetividad en la historia », Memoria académica, 1969, vol. 2, p. 13.
[2] Ibid.
[3] Ibid., p. 21.